Opinión

Geometrías, espirales, simetrías

Desde mi ventana veo cómo la lluvia empapa la tierra. Y pienso que cada gota que cae es un prodigio, ya que dentro de ella misma se puede encontrar un mundo de formas impensables. En otros tiempos tuve la oportunidad de ver en el microscopio la grandiosa maravilla de lo pequeño. Porque lo pequeño esconde verdaderos misterios dibujados por la naturaleza y la evolución al unísono, con mimo, con estética, con belleza. Y aquí, mis muy queridos lectores, nos podíamos parar por ejemplo en el caracol, tan pequeño y cuyas espirales giran hacia la derecha, como las inmensas galaxias, el agua de los mares, los ciclones, los torbellinos… Ahí está la rotación de la tierra, pero ¿qué tiene que ver la minúscula concha de un caracol con el eje terrestre? Al parecer todo. 

También el ADN adopta la estructura de una doble espiral o hélice estirada. El mundo es geométrico, el cerebro es geométrico, el copo de nieve es geométrico. Lo hemos contemplado miles de veces reproducido sobre todo en Navidad. Todo es geometría. Cuántas cosas tenemos a nuestro alrededor que ni miramos, y si acaso, lo hacemos con displicencia, sin darnos cuenta de que tenemos delante el arte puro creado sin intervención del barro o los pinceles. Luego el ser humano lo repite en sus obras, pero, claro, no es el original. La naturaleza se le adelantó infinitamente sabia en sus patrones. Y me vienen a la mente las rayas, las simetrías en animales, como las cebras, las aves, las telas de araña. Uno puede pasarse horas extasiado ante el trabajo metódico y perfecto del arácnido en su “telar”, cuyos hilos fuertes y brillantes salen de su propio cuerpo. 

Formamos parte de algo que tiene reglas, signos que se pueden leer, como las mariposas numeradas, las mariquitas con sus vistosos e inconfundibles lunares, entre otros insectos coleópteros, sin olvidar la vegetación. Pero lo más sorprendente es que a pesar de esto y de tantas cosas más que hacen billones, y que siguen patrones definidos, nada es exacto al otro, aunque prodigiosamente parecido. Son únicos en sus variadas especies. Contienen, como el ser humano, sus propias huellas “digitales”. La naturaleza nunca se copia a sí misma. Y si esto es el resultado de lo que podemos ver, ¿qué se esconderá en los confines siderales, en las profundidades abisales? Ejercicios para la imaginación en una tarde de lluvia.

Te puede interesar