Opinión

La primera papilla

Dice el saber popular: “la primera papilla nunca se digiere”. Y visto lo visto con respecto a las personas es posible que el dicho se cumpla. Y además, dicen los que saben, que nunca se cambia por muchos años que pasen. Puede que la educación, las normas sociales, los intereses, formen como una pátina que disimule la índole personal. Pero al final, esta siempre destaca. El cascarrabias, aunque sea una balsa de aceite por las circunstancias, siempre será un cascarrabias y con la vejez incrementará su natural innato, pero seguramente nunca será peligroso. “Perro ladrador, poco mordedor”. Y al contrario. La persona tranquila, serena, complaciente, dulce y mansa, siempre lo será, pero cuidado con ella. Como reza el refrán: “líbreme Dios de las aguas mansas, que de las bravas me guardo yo”. Así que no hay que fiarse por las apariencias, “que el hábito no hace al monje”. 

Bueno, pensar en todo esto es divertido y solo se necesita observar para definir, dentro del contexto en el que uno se mueve, los caracteres que rodean al observador. Pero, que conste que el analista tampoco está exento de análisis. En fin, vamos a dejar a un lado los refranes, dimes y diretes, para hablar de lo maravilloso que resulta ser adulto: “siempre se es un niño”. Y si se piensa en ello, también aquí es muy posible que el dicho acierte. Y el ejemplo está en los regalos que se hacen a los hijos. ¿De verdad, de verdad, que se les compra aquello que quieren? Sí, por supuesto. Pero, ¿qué hay de aquello que se les regala, porque se cumplen con ello deseos propios? La bicicleta que nunca se tuvo, aquel juego deseado y jamás poseído… Aquella muñeca, aquel cochecito, aquel tren ideal, cuyo precio lo hacía prohibitivo… 

Y sólo hablamos de juguetes. Conozco a una señora muy mayor, totalmente lúcida, que se pone con ilusión y orgullo un broche que reproduce a Blancanieves. Se lo regalaron sus nietos en un viaje que hizo con ellos a Disneyworld, lugar en el que ella misma se compró y lució las orejas con lazo de Minnie. Estupendo. Que una cosa es ser mayor y otra ser viejo o caduco. Y eso no puede ser. La primera papilla debe ser siempre alegre para vivir más y mejor. Niños o como niños, ¿no? Pero si ustedes, queridos lectores, me lo permiten, finalizaré con una frase muy significativa de la gran Bette Davis: “La vejez no es lugar para cobardes”

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