Opinión

La Voz

El don y el arte de la comunicación semejan un gran árbol pródigo en ramas. La comunicación no parece que pueda agotarse si se acaban las palabras. Hay diferentes formas de darse a entender. Existen, entre otras, la comunicación oral, de signos, de expresión corporal… Uno puede comunicarse con otra persona incluso a través de la colocación de los muebles habituales. En los despachos, en las mesas… La acomodación de los sitios distingue el rango sin necesidad de palabras. Los ojos, las manos… Todo es mensaje, y si no existieran, no se hubiera podido crear el mundo conocido, ni explorar ningún otro. Las plantas, los animales, todo ser o ente, tiene una forma de llegar al otro, de plantear una idea y de realizarla. Pero la actualidad diseña otras formas de relacionarse, de entenderse. 

La máquina se ha impuesto. Ahora todo tiene que ser a través de un aparato. Él es el que contesta, el que ordena la espera, el que en último término, accede a que intervenga la voz humana. El teléfono como tal, ha quedado obsoleto, porque al otro lado no hay nadie, solo una voz programada. Esta reflexión viene a cuento de la película “Her”, de Spike Jonze. Este director basa su propuesta en un futuro en el que el desarrollo de la Inteligencia Artificial, sitúa al personaje y al espectador, en un mundo en el que determinadas aplicaciones extraordinariamente sensibles, pueden sustituir a la persona para casi todo. Sin necesidad de replicantes, ni hologramas, la voz fantasma es capaz de interrelacionarse, de expresar los sentimientos más profundos que guarda el ser humano, de entenderlos, compartirlos, y todo ello en reciprocidad. 

La máquina es el consuelo, la sinceridad, el amor, la compañía, la emoción, el contento, el descubrimiento: la confidente ideal. Hacia ello se va por la técnica cada vez más avanzada, más sofisticada, apoyada en el presente por la causalidad de una terrible pandemia que recluye, que separa, que resta la capacidad del reconocimiento físico del otro. Ni besos, ni abrazos, ni acercamientos. La voz proyectada entiende, no discute, razona, no complica, no tiene mayores ni pequeños intereses, no presenta problemas ni exige compromisos. Y está ahí cada vez que se la necesita. Ahora mismo, millones de personas se comunican por mensajes con millones de seres que no conocen, y tal vez nunca conocerán. ¿Será así?

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