Opinión

Llora con quien llora

Hasta en el último rincón de la tierra y en los momentos límites de la lucha diaria, el corazón manda y puede llevar a la persona más allá de lo que representa su latido. Casi todos los seres humanos creo que piensan así, y posiblemente hayan comprobado como cierta su creencia. La experiencia lo acredita, reforzada por noticias que dicen todo en cuatro líneas, y que dejan patentes la nobleza y solidaridad al desnudo. Esto sucede también al repasar hechos terribles ocurridos, inolvidables por la incredulidad que provocan y el pavor que producen. Desgracias naturales, o intencionadas, en esa inmensa confusión que conmueve el alma suspendida en interrogantes incontestables. 

Es la memoria la que marca el antes y el después. Y es en el tiempo inmedible en el que las personas de cualquier raza, país, estatus económico o social, se vuelcan en ayuda a la víctima ante el desastre general o individual. Todos acuden en auxilio y dan lo mejor de sí mismos. El corazón llora con quien llora, se conduele con el que sufre y se convierte en hermano protector del ajeno. Quien más, quien menos, lo ha visto o ha participado en ello con el corazón debilitado por el dolor de la desgracia. Se debería recordar más a menudo, ser testigos inmutables del tiempo y sus hitos, de sus luces y sus sombras. La memoria puede que sea el mejor cayado en el que apoyarse al caminar para no tropezar en este sendero pedregoso por el que se ha de transitar se quiera o no. La memoria hace al individuo, y si flaquea, hay que buscar, y si se busca, se la encuentra. 

En esta ocasión, doy con una noticia que ignoro si tuvo la importancia que merecía. Me refiero a la bondad y generosidad que tuvo la tribu keniata Masai, referente al 11S. Los Masai es una población cercana a 850.000, antes guerreros, hoy pastores semi nómadas, cuya única riqueza y fuente de alimento es el ganado. No poseen otra cosa, y esa propiedad es considerada sagrada y símbolo de vida para ellos, según sus ritos. Pues bien, tras los atentados del Centro Mundial del Comercio en Nueva York, o Torres Gemelas, los Masai, intentaron mandar 14 reses al lugar del suceso con el siguiente mensaje: “para sanar el corazón en pena, damos algo que es muy querido para nosotros”. 

Sin duda el corazón humano es maravilloso. Lejos o cerca, siempre muestra consuelo y esperanza, tan fáciles de perder.

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