Opinión

Mimetismos y otras artes

Dice el diccionario que el mimetismo es la habilidad de algunos seres vivos para asemejarse a otros organismos de diversa índole de su entorno para engañar a los sentidos de otros seres vivos, mayormente depredadores. De este modo, a través de los camuflajes con los que se presentan, pueden salvar sus vidas. En este fenómeno entran como normas fundamentales, la inmovilidad, la coloración, la simulación de textura, la percepción visual y los sentidos olfativo y táctil. Una vez más hay que asombrarse ante la sabiduría de la naturaleza. En este misterio, ¿cómo lo logran?, entran animales de todos los tamaños y especies, incluidas las marinas. Desde las mantis y el cangrejo decorador, a las serpientes y leones que esperan a sus presas mezclando su color con el de la arena. 

Son famosos en el arte del encubrimiento, el camaleón, el pez roca, el insecto palo, y el cocodrilo, entre las cientos de especies, algunas de las cuales logran mimetismos eléctricos agresivos. Es la manera de salvarse, de sobrevivir. Mimetismo: una palabra poco usada en el común social y cuyo significado, sin embargo, se practica de continuo. Y si no exactamente de mimetismo, que también, se puede hablar de copia, remedo, imitación entre los humanos, que es salvaguarda para la supervivencia. Luego está el juego de la conquista. Ahí tenemos por ejemplo al pavo real, uno de los animales más vistosos, que atrae a la compañera con la exhibición de la maravilla de su cola abierta en abanico, llena de dibujos y coloridos inigualables. 

Cuenta la mitología griega, que Hera, la esposa de Zeus, al enterarse de la muerte de Argos, cogió sus cien ojos y los puso en la cola del pavo real, que tomó el aspecto con el que se luce ante sus incontables admiradores. Esta ave, a la que Hera no se le ocurrió cambiar el sonido nada bonito de su llamada, es reconocida como la escolta permanente de la diosa. En fin, que por eso en el mundo humano, también existen los maquillajes, las poses, determinados bailes, las modas, las señales inequívocas, las evidentes expresiones corporales, los perfumes, el colorido, los músculos de gimnasio, los retoques constantes, las miradas… Es la vida misma. Y son los lenguajes casi idénticos a los del universo de los animales. Y es que, a la postre, el ser humano también es un animal, dicho en el sentido más noble de la palabra.

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