Opinión

No hay huecos, oiga

En el mundo no hay nada vacío. No lo digo porque sea físico, que no lo soy, ni tan siquiera porque siga en este caso alguna teoría de las tantas que hay sobre el universo, y que todas ellas me fascinen. No. No me refiero al universo en sí. Me refiero concretamente a este planeta azul en el que parece que tiene que tener algunos huecos sin rellenar, y que seguro que los tiene, en cuanto a lo que nos parece que debía de ocuparlos, por ejemplo, el sentido común. Pero quien así piense, debe reflexionar, dado que todo lo que tenga agujeros como el queso gruyere o los buñuelos, los ocupa el viento. Eso que no se ve, pero se disfruta o se sufren  sus efectos. 

Pero hay algo que vuela y llena cualquier rincón que se crea desfavorecido. Es la palabra. La palabra pronunciada en los incontables idiomas, dialectos, formas de expresión oral y todo aquello que tenga que ver con la comunicación. Pero ojo, creo que no solo con la comunicación humana, hay otros seres que nos acompañan, incluso antes de que apareciésemos como dueños y señores, que también tienen sus formas de sobrevivir mediante una transmisión que ignoramos pero que existe. El mundo está lleno, repleto, de palabras, de sonidos, de formas de entenderse, o no. No hay un solo hueco que carezca de palabras sencillas o impronunciables, de sonidos conocidos o desconocidos, antiguos y modernos, sílabas perdidas, frases incomprendidas, letras sueltas… 

Si volásemos físicamente entre el misterio de la historia, de la evolución, nuestros vuelos se verían imposibilitados por los miles de tropiezos con las palabras pronunciadas a través de los tiempos, y que como con los meteoritos, encontraríamos peligrosa nuestra trayectoria. Esto es un imposible lógicamente, pero sirva como un pensamiento que me viene a la mente al comprobar cuanta palabrería inútil, vacía, derrochamos para llenar el tiempo, la cual queda después descarriada por ahí, sabe quien dónde, flotando en la nada de la banalidad con la utilización de algo tan preciado como es la palabra tomada como algo baladí. Seguro que a casi todos nos gustaría dotarla de peso específico. Pero está claro, lo que pesa se hunde, lo que no, flota como el corcho. Por eso, tratemos de no elevarnos muy alto por el aire, porque puede que nos quedemos atrapados en un mar aéreo insondable del que nos cueste mucho salir indemnes.

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