Opinión

¿Por qué el armiño?

Nada hay aislado. Todo se ajusta en relación con lo demás, hasta la más pequeña de las cosas. La vida se muestra como una sucesión de todo lo existente, conformada en algo parecido a una cadena, cuyos eslabones son unas veces de hierro y otras de oro; también desiguales en grosor y apariencia, pero enlazados fuertemente y compensados por la naturaleza. Hasta lo más simple conlleva un gran significado si lo queremos ver. Nada es baladí. Pongamos un ejemplo que tenga que ver con la vestimenta. Particularmente el ritual que por extraño que parezca tiene su lectura especial. 

Ustedes, queridos lectores, lo saben, pero no viene mal la pregunta que nos retrotrae al origen, o a la leyenda ya olvidada, siempre interesante. ¿Por qué los reyes y emperadores se cubren con capas de armiño? ¿Por el poder? Claro, es simbólico. Pero hay algo más. ¿Qué es un armiño? Pues un animal carnívoro, cuyas características explicadas a grandes rasgos, sin meternos en más, tiene un cuerpo alargado, unas orejas y unos ojos pequeños, y es poseedor de una gran flexibilidad. Pesa entre 100 y 300 gramos. El pelaje que le cubre el dorso es pardo, y blanco en pecho y vientre. Sin embargo, el extremo de la cola es negro, por lo cual se le identifica fácilmente. Pero claro está que sus singularidades, dichas así, no resuelven la pregunta formulada. ¿Qué tiene el armiño, para que personajes tan relevantes se cubrieran en la antigüedad con su hermosa, blanca y suave piel? Pues simple y llanamente, su significado de pureza total, su blancura intachable, en la conducta o la conciencia. Por supuesto que este sentido nada ha tenido que ver con la realidad en cuanto al proceder de algunas personas que la vistieron. Todo lo contrario. 

Pero en todo caso nos queda como enseñanza la leyenda, que como todas es preciosa y ejemplar. Y en la que posiblemente se basó la antigua costumbre. Cuentan que un hermoso e infeliz armiño huía de unos cazadores, corría y corría, y se agotaba en busca de salvación. Pero llego un momento en el que tuvo que parar ante un pantano. No había escapatoria si no se sumergía en él. Pero el armiño, cuya blancura significaba para él la propia vida, prefirió morir a manchar su piel con las impurezas del pantano. Un pantano que pudo haber sido su redención. He aquí esta historia tan sencilla que nos brinda importantes reflexiones.

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