Opinión

R. Puga - A. Outeiriño

Era la hora mágica de la radionovela de más audiencia de la jornada. Interpretada por actores gloriosos, las palabras dotaban de aspecto lúdico la monotonía cotidiana. Y es que aquellas voces envueltas en hitos melodramáticos eran un poco el pan de nuestras vidas, el alimento diario de nuestras utopías llevadas y traídas por las tragedias y los desenlaces felices de sus protagonistas”. A veces el tiempo despliega en la mente humana una cortina porosa por donde se filtran los recuerdos para perderse en la oscuridad del olvido. Pero afortunadamente, mi memoria estaba clarísima cuando escribí “La amistad”, una de las narraciones breves de mi libro “27 cuentos para despertar”. En él pasean evocaciones de gran parte de mi vida con el fondo radiofónico de la SER, en la que estuve desde los dieciséis años frente a los micrófonos de la cuarta emisora de la cadena, EAJ4, llevada de la mano de Agustín Embuena, entonces director de la misma. 

Luego, en 1979, el destino me trajo a Ourense. Durante ese intervalo de tiempo ocurrieron muchas cosas, pero aún buceo feliz en aquella larga etapa de mi vida. “Allí seguíamos aquellas historias escritas por las Hermanas Brontë, Wilkie Collins, De Maurier… Horas creadas por Luisa Alberca, Sautier Casaseca, Marisa Villardefrancos (…), nombres que dejaron huella en el romanticismo de los espíritus sedientos de aventuras y misterios góticos, siempre arrullados por voces maravillosas.” “Se suponía que Juana Ginzo había vertido su última lágrima y Eduardo La Cueva entregaría a María Romero la carta reveladora de la inocencia de Matilde Vilariño”.

Por eso el día 23, ante el atril del Auditorio ourensano, al recibir el preciado Premio Ramón Puga, Radio Ourense, Cadena SER, la emoción no me permitió decir todo lo que me dictaba el corazón. No hubiese acabado nunca y había que aligerar. Por eso, también, desde aquí, rindo homenaje de gratitud a los grandes emprendedores, Ramón Puga y Alejandro Outeiriño. Al primero, porque gracias a su impulso creador, recibí este precioso premio, y al segundo, porque gracias a fundar La Región, hoy puedo escribir en ella este artículo, muestra de que sus grandes empresas siguen vivas como el primer día. “¡Ah! y Matilde Conesa, en el último capítulo, consiguió por fin el beso de Pedro Pablo Ayuso…”. Pero todo eso ya es historia que queda en el recuerdo.

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