Opinión

Resistir

La primavera rinde pleitesía a la naturaleza que estalla en colores y se desarrolla plena en todo lo que le rodea, ajena por completo a la angustia que ahora mismo sume a la especie humana. Cierto que el riesgo es parte de la vida. El tiempo sigue su curso sin pararse, y los relojes, insensibles a nuestro devenir, marcan la pauta. No por repetido deja de ser cierta nuestra vulnerabilidad. Cualquier agente externo, por ínfimo que sea, nos puede eliminar. ¿Nos puede? También nosotros somos parte de esa naturaleza que cada año nos enseña su poder de revivir tras un terrible invierno. Los árboles vuelven a cubrirse de hojas tras enfrentarse desnudos a las más fuertes inclemencias, y los animales que hibernaron aparecen de nuevo en plena forma. 

Todos los pobladores del planeta participan de esa suerte que, al llegar lo negativo, la desgracia, impele a levantarse y seguir camino. Todos cuentan con fuerza para la lucha y la esperanza de vencer. Todas aquellas personas que nos atienden para que podamos seguir adelante, especialistas de todo tipo, y gentes comunes atentas a nuestras necesidades cotidianas, son ángeles guardianes que anteponen la vida ajena a la suya propia. ¿Quién puede dudar hoy de que los haya? Se dedican a algo tan hermoso, tan grande, tan inmensamente generoso, que aunque solo sea por agradecimiento se impone la obligación moral de no decaer un solo instante por adversas que se presenten las circunstancias. Hay dolor, mucho dolor. 

No hay lágrimas para llorar tantas pérdidas, y el corazón tiembla y se estremece ante la amenaza implacable de ese microscópico advenedizo que envenena el alma. Pero la humanidad se forjó en la lucha por sobrevivir, es una especie de luchadores, de gentes arriesgadas, que con todo lo bueno y lo malo que conlleva lo humano, llegó hasta aquí. Arrostraron sin medios los peligros marinos, y ahora se arriesgan ante los misterios del espacio. Somos hijos y nietos de incansables héroes, de gentes que no han temido los sacrificios, las privaciones y la inseguridad, para traernos un mundo más próspero y con más posibilidades. Somos hijos y nietos de unos seres maravillosos a los que hay que cuidar, porque a ellos les debemos todo lo que somos y todo lo que podemos llegar a ser. Y ahora nos toca resistir por los que fueron, por nosotros y por los que nacerán. Y resistiremos.

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