Opinión

Sentirse vivos

Qué necesidad hay, cuánta, dice mi amiga! Y no de cualquiera, sino de los seres que amas, aunque todos los abrazos sean de quienes sean, se agradezcan y mucho. La calidez, la atención, el contacto, los corazones juntos, todo es necesario para sentirse vivos. Y sentirse vivos, dice mi amiga, es sentir que la vida te abraza porque te quiere. Ahora más que nunca, cuando tanta soledad se experimenta a pesar de la prodigalidad de aparatos que se ofrecen para favorecer la comunicación, hay mucha gente que muere sola. Gran problema de nuestros tiempos, tan adelantados, de tanta longevidad y tanta soledad. Si la soledad es elegida por uno mismo, es pura dicha, alegría, libertad, pero si es por circunstancias irremediables, es desdicha, vacío, pasos sin huella.

Afortunadamente, todavía se conserva en las pequeñas comunidades de vecinos la preocupación por las personas mayores que viven sin compañía, en el edificio. Es algo que viene de lejos el interesarse por ellas. Lamentablemente, en otras comunidades nadie conoce a nadie. Pero ¿qué es la soledad obligada? Tal vez, sobre todo desamparo. Por eso experimenta mi amiga tanta felicidad, llegado el momento de empezar el día, y que los suyos en el primer encuentro de la mañana la abracen y la besen. Ese es uno de los tactos más importantes y emotivos que hacen iniciar la vida de nuevo con una sonrisa y una esperanza.

Porque cada día es un comienzo, un renacer, un ensayo para la próxima jornada, una escuela de parvulitos en la que, según mi amiga, iniciamos titubeantes el principio de la lectura del cuento que toca leer y del que somos protagonistas en primera persona, un cuento en el que hay que sacar el personaje a flote y llegada la noche preguntarnos si hemos sido dignos del aplauso. Un abrazo ayuda, no cuesta nada y lo da todo, si es de verdad, no mecánico ni interesado, ni por cumplir un protocolo social, aunque este último esté muy bien. El ser humano es sociable y esto obliga a cumplir ciertas reglas no impuestas, pero sí necesarias para la buena convivencia, porque todas ellas son así por algo y guardan un simbolismo que no se ha de perder y que en todo caso se llama educación, respeto y consideración. El día que esto desaparezca del todo, la humanidad se verá de nuevo con el hacha de sílex en las manos. Lo malo es que ya no habrá dinosaurios para cazar.

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