Opinión

Técnica y naturaleza

Se habla y se habla, se escribe, se elucubra y se reflexiona sobre la tecnología que invade el mundo. Una tecnología que como todo en la vida tiene doble un filo. Puede ser maravillosa para la medicina, para la comunicación, para salvamentos, y para cientos de cosas más que exige la actual complejidad del mundo moderno. Pero, al margen de los científicos y técnicos que se dedican a ello profesionalmente, el ser humano se ha olvidado de cómo resolver los problemas por sí mismo. De modo que, para solucionar cualquier cosa, ha de acudir a la tecnología, y mediante ella, poder resolver aquello que pretende. Las sociedades adelantadas se han hecho esclavas irredentas, abstractas, sin identidad propia, dentro de los ingenios que ya forman parte de ellas mismas, y sin los cuales ya no podrían sobrevivir. No hace tanto se oía aquella canción que decía, “todo está en los libros”. 

Ahora ya no es necesario abrir un libro, todo está en cualquier adminículo que se lleve encima y ese adminiculo ya es una prolongación de quien lo lleva. Es como un apéndice que hay que extraer y sustituir cada equis meses, por los últimos que salen al mercado, más perfeccionados. Es indudable que la tecnología es maravillosa, ¿quién lo duda? Pero también es verdad que no gusta a todos. A veces, ni a los animales que habitan niveles más elevados. Precisamente el motivo que inspira este artículo es el caso de un águila calva, llamada así porque el plumaje de su cabeza es blanco, recogido por el Detroit Free Press: “… la naturaleza y la humanidad chocaron cuando un águila calva atacó un dron EGLE a 162 pies sobre las aguas del río Michigan. (…) La naturaleza ganó la batalla y el dron ahora descansa en el fondo del lago”. La opinión es que el águila confundió el dron con una  gaviota (¿?) y arremetió en el momento en que el citado aparato cartografíaba la erosión de la costa. Eso, o que el águila no quiso intrusos en sus dominios del aire. Esto me hace recordar los espantos sufridos por un ave y un hombre, cuando una mañana de niebla se dieron de bruces. El alado creyó toparse con un gigante, y el hombre pensó que volaba, y era atacado por invadir el reino aéreo. Pero la realidad es que en la neblina, el ave perdió el rumbo y el hombre, la lógica. Y es que todo exceso en cualquier circunstancia o lugar rompe el equilibrio natural de la vida. 

Te puede interesar