Opinión

Todavía hay clase

Hay momentos bonitos que hacen retroceder en el tiempo a momentos felices de la niñez. ¡Qué maravilla ese, concretamente, en el que Cenicienta pierde el zapatito de cristal, y el príncipe lo recoge con pena y esperanza! Nada tiene que ver por supuesto la genialidad del cuento de hadas, con el hecho que hace recordarlo. Pero, realmente, por la personalidad de los protagonistas y el acto en el que sucedió, se parecen. Me refiero a Meryl Streep y Colin Firth. Meryl se apresuraba feliz por las escaleras para llegar al escenario en el que iba a recibir un premio, otro de los muchos que merece por sus magníficas actuaciones. Pero, al ascender, uno de los zapatos, no de cristal, pero sí de diseño carísimo, sinónimo de ser difícil mantener en los pies, quedo perdido en un escalón. Colin Firth, ese gran actor inglés, tan alto, elegante y caballeroso, bajó del escenario, recogió el zapato, y con una rodilla en tierra, lo calzó en el pie desnudo de Meryl. Sonrisas, aplausos… 

Problema resuelto con gracia y estilo. Una estampa opuesta totalmente a aquella otra en la que un actor se levanta de su asiento y asciende también por las escaleras, no para recoger, sino para dar un puñetazo al presentador, amigo y compañero en otros tiempos, por, al parecer, una ofensa de índole personal. Son cosas de Hollywood y sus gentes. Notoriedades que pasan a la recopilación de notas dadas fuera de lugar, que después interpreta la gente, ríe con ellas, crítica y vive de alguna manera alentada por la fábrica de los sueños. Hoy, simplemente fábrica, con excepciones. Cosas que pasan. Es lo que tiene el directo. 

Muchas son las anécdotas que se podrían reseñar protagonizadas por esas figuras míticas para los aficionados al séptimo arte, pero la bofetada o puñetazo dado en plena gala de los Oscar, ha batido todos los récords. Atrás quedan las grandes pasiones, los grandísimos escándalos, y los gestos inolvidables en la vida real, con actores de raza. Acontecimientos del mundo de la fantasía y mucho más, que quizá solo recuerden aquellos que repasan lo que fue. Los vestidos, los rostros, el estilo, las grandes películas… Hoy la gala de los Oscar queda resumida en el horror “trajeril” que desfila por la alfombra roja. Ante ello, resulta encantador lo del zapatito de la gran Cenicienta-Meryl y el galante Príncipe-Colin. Todavía queda clase.

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