Opinión

Turismo rural

Aquí pasa algo muy raro. ¿No lo han notado ustedes, queridos lectores? ¿No es algo así como si en la atmósfera flotara algo burlón que nos confundiera e hiciera que pensásemos con los pies y anduviésemos con la cabeza en plan peonza? Digo todo esto después de contemplar el vestuario de las famosas en la gala de los MET. No me lo creía, no me lo podía creer. Será porque no soy dada a contemplar esos eventos, pero en esta ocasión caí. El resultado de mi curiosidad visual fue el estupor. Pero bueno, recibí lo esperado: ratificarme en que estamos todos un poco locos, tanto que hay quien proclama a estas alturas que la tierra es plana. El día menos pensado empezaremos a caernos en la nada.

No es extraño que haya quien se refugie en el reino animal o en sí mismos, “lejos del mundanal ruido”, como poetizaba Fray Luis de León, “y seguir la senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. Claro que esto de huir lejos del mundanal ruido hay quien lo entiende muy mal. Y es que todo es relativo y conlleva su intríngulis. Por ejemplo, hay quien se va a hacer turismo rural, para, se supone, hermanarse con la naturaleza, y resulta que la naturaleza le estorba en grado sumo. Esto ha pasado recientemente a causa del canto madrugador de los gallos y respuesta natural de las gallinas, esas que se acuestan al ponerse el sol y lo acompañan en su triunfante salida. Las aves son muy líricas. Pero tal costumbre avícola molestó profundamente a unos turistas rurales y se fue contra el gallinero que mantenía el ritual heredado de sus ancestros, como debe ser.

Este hecho fue llevado ante un juez que lo admitió a trámite y que mando clausurar el gallinero. No me lo creía, no me lo podía creer. El pastor, Nel Cañedo, único con sentido común en el caso, tampoco se lo creía, y escandalizado, puso el punto sobre las íes: ¿a qué iban al campo? De acuerdo con él. ¿Es que hay que poner “tapapicos” a los cantamañanas? Entonces harían falta muchos “tapapicos”, más que gallos hay en el mundo. Y sería bueno instruir a esos turistas rurales que ignoraban a dónde iban. Que se enteren del significado de la palabra rural. ¿Y el juez? Bueno, pues al tratarse de de un caso raro, dejo la sentencia a juicio de mis queridos lectores. Espero que sean benignos puesto que este buen hombre tampoco debía saber de dónde salen los huevos.

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