Opinión

Uber humano

Por supuesto que en este artículo no nos vamos a referir a la mascarilla que llevamos para protegernos del coronavirus. Todo lo contrario. Esta mascarilla protectora no la debemos dejar de poner mientras el peligro esté en acecho. La que nos ocupa se llama concretamente la máscara camaleón. ¿Qué es la máscara camaleón? Un nuevo invento también llamado “Uber humano”. ¿De qué se trata? Pues, mire usted, la máscara camaleón, es como una pantalla tecnológica, creada por el japonés, Jin Rekimoto, que se coloca en la cara y que mediante determinados requisitos, como colaboración, vestuarios y lugares, surte el efecto de vivir la vida de otro. 

Este espacio no es suficiente para detallar sus complejidades, pero no hay problema, porque dentro de muy poco, tal artilugio será de dominio general. Se venderá como rosquillas y la gente, por la calle o en casa, llevará el ingenio puesto cumpliendo el fin anhelado. Esto es como todos los inventos u ocurrencias de este mundo en el que la tecnología no deja lugar a lo que hasta el momento se entendía como “natural”. Pero sin entrar en disquisiciones alto nivel, o calado, que diría un castizo, ¿a quién puede importarle la vida ajena, con lo llena que está la propia? Bueno, realmente, si nos fijamos bien, todos vivimos un poco otra existencia. Nos la cuentan en todos los sitios en los que es posible. En blanco y negro, color y movimiento. Y aunque el producto no interese, se quiera, o no, este llega a uno, fresco del día. Lo que ya no sabemos, con tanta y perfecta tecnología, en la que se mezcla todo, opinión, avances y retrocesos, es distinguir la verdad de la mentira. 

Se nos brinda una gran “zaragallada” compuesta por los photoshop, los realities show, las redes en las que todos cuentan lo suyo y lo otro, y la publicidad empresarial y personal, sin excepciones, de regalo y a gusto del consumidor. Con tal mercado mediático por cada sitio, en pro del mejor postor, los intereses, y todo lo que se inventa en cualquier lugar del mundo, hay para vivir cien vidas sin salir ni por un momento de la propia. Y si nos referimos a las máscaras, tal vez sea verdad lo escrito por André Berthiaume: “Todos llevamos máscaras, y llega un momento en que no podemos quitárnosla sin arrancar nuestra propia piel”. Pero, por favor, no se quiten las protectoras. La “Uber humano”, no salva la vida.

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