Opinión

Vía libre para todos

El otro día tuvo lugar una escena que ratifica una vez más la idea de que la injusticia va por barrios. Y el desbarajuste también. Caminaba por la calle del Paseo, entre otras personas. Todo estaba en calma, la gente iba y venía lo más feliz que se puede ser en estos tiempos. Unos caminaban deprisa, otros despacio, los menos eran jóvenes y la mayoría, adultos. Incluso no faltaban gentes muy mayores y vulnerables, apoyadas en sus acompañantes, otras en sillas de ruedas y algunas con carritos de los bebés. Todo, lógico y natural en un lugar lógico y natural. En él se escuchaba música ramplona y selecta, para todos los gustos.

La tarde entraba en el ocaso y las luces de los comercios competían con los focos de las farolas que empezaban a cobrar vida. Las terrazas estaban ocupadas por un público que parecía apurar un tiempo de tranquilidad. De pronto irrumpieron en ella un grupo de mozalbetes que con el ruido de los monopatines alteraron la paz, cortaron el hilo de las conversaciones y obligaron a los paseantes a abrir un pasillo para no ser atropellados por los vertiginosos deportistas. Ahora es corriente que cualquier acera, parque o calle peatonal, se vean invadidas por motos, patines, bicis, lanchas acuáticas, y dentro de poco, si la autoridad responsable y el mal tiempo no lo impide, helicópteros en acción. Retomo el principio. Decía que caminaba por la calle del Paseo, y entre otras personas, también una pareja con una niña. En un momento dado, la niña, a la que nadie cogía de la mano, se acercó por un instante a mirar de cerca un escaparate, que para eso están.

Pues bien, en ese momento en que la pequeña se dirigía al objeto de su atención, una motocicleta bastante acelerada, montada por un aguerrido y pertrechado ocupante, tuvo que frenar a un centímetro de la pequeña que se vio poco menos con el monstruo rodante encima. Afortunadamente no pasó más que el susto consiguiente. Pero lo más llamativo y un punto escandaloso, es que los progenitores riñeron seriamente a la niña, mientras que el motero no recibió ni la más mínima reconvención por ir por una calle peatonal jinete en su caballo metalizado a todo trapo. Así que la pequeña se llevó el sobresalto y encima el sofión por hacer lo que es más natural, mientras que el motorista siguió dándole a la velocidad tan ricamente, tras el “pequeño incidente”.

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