Opinión

Adicciones

El otro día me preguntaba el receloso Aloysius cuánto habría de verdad en el escándalo que le montaron a Tiger Woods a causa de su desmesurado apetito sexual. A mi inefable amigo le suena a cuerno quemado que alguien pueda hacerse adicto a una función fisiológica, como si de repente a uno le diera por engancharse a dormir, o por hacerse adicto a orinar, a pestañear, a defecar o a oler…, o a respirar, por ejemplo. Otra cosa son síntomas patológicos como la potomanía (la polidipsia psicogénica de la inescrutable jerga facultativa), un irrefrenable deseo de beber líquidos y síntoma de ciertas enfermedades mentales.

Aloysius está convencido que todo el follón se desató por las continuas infidelidades matrimoniales que llevaron a la bella esposa del libidinoso golfista a reclamarle estratosféricas indemnizaciones por el bien merecido divorcio. Poderoso caballero es Don Dinero…

Sea como fuere, el término adicción se empleó tradicionalmente para definir la especial relación entre una sustancia química (alcohol, drogas, fármacos…) y un ser vivo, de manera que ésta le causara al sujeto en cuestión (ser humano o animal de experimentación) un deseo irreprimible y mantenido de consumirla para obtener unos efectos psíquicos y físicos agradables, o para evitar la incomodidad que ciertamente aparecería al no tomarla (el mono o síndrome de abstinencia).

A medida que se fueron desarrollando las investigaciones sobre los denominados circuitos cerebrales de recompensa, la palabra adicción amplió su significado, y los expertos incluyeron también aquí a la ludopatía e incluso al enganche a internet…

Sobre todas estas cuestiones, desde hace tiempo la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y las otras Toxicomanías, publica la prestigiosa revista “Adicciones”, muy recomendable para los interesados en esta materia. Parece ser que estos circuitos neuronales que regulan la repetición de acciones destinadas a provocar el bienestar en el organismo estarían también implicados en la ingesta compulsiva de alimentos hipercalóricos. Esta respuesta estaría mediada por la dopamina, exactamente igual que en los casos de adicción a la nicotina, a la cocaína y a la heroína. Cuidadito entonces con abusar de los bocatas de panceta, los atracones con dulces y otras perniciosas enchentas típicas de nuestra tierra, pues enganchan tanto o más que los chupitos de licor café.

Para finalizar, mencionar los prometedores resultados que están obteniendo en Granada desde el año 2003 suministrando heroína como medicación de uso compasivo a un grupo de paciente adictos que anteriormente fracasaron al intentar desintoxicarse empleando otras terapias, como la metadona. Son los participantes en el PEPSA: Plan Andaluz de Prescripción de Estupefacientes. Algunos de ellos han conseguido integrarse en la sociedad venciendo la marginalidad.

En mi reproductor musical está sonando Miguel Ríos: “no montes ese caballo, pa pasar de la verdad…”.

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