Opinión

Allegados

Recuerdo a mi viejo amigo, don José Luis Penedo, sit tibi terra levis, colaborador prolífico también de La Región, que cuando tenía una duda acudía presto al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Por eso hoy intentaremos definir el significado de la palabra “allegados”, que sin quererlo se pondrá de rabiosa actualidad. Porque afirma nuestra vicepresidenta primera del Gobierno que los allegados son las personas que están en nuestras vidas, y que para entenderlo, no hace falta acudir a un tratado de exégesis lingüística. 

Retomando el glosario favorito de Penedo, resulta que el adjetivo allegado-allegada, dicho de una persona, significa cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza. Allegado o allegada también puede utilizarse como sustantivo. La cosa se complica. Y mucho. Porque ahora nos tocaría definir quiénes son nuestros parientes, nuestros amigos y las personas con las que tenemos trato y confianza. 

Confieso mi sincera envidia por las familias numerosas que antes eran capaces de reunir 50 ó 100 miembros para celebrar un evento, celos que se evaporan ya que ahora deberán tirar de calculadora para sentarse alrededor de la mesa de Navidad. Y siendo necesaria esta cruel selección entre los parientes, no digamos nada más sobre nuestras amistades. Deseaba Roberto Carlos tener un millón de amigos, para así más fuerte poder cantar. El círculo de nuestras amistades y conocidos, al fin y al cabo también personas de nuestras vidas, depende del tamaño del radio de nuestra popularidad, e inversamente proporcional cuanto más ariscos y antipáticos seamos. Hete aquí otro problema para contabilizar a los allegados. Y todo esto se puede enredar hasta el infinito, pues personas que asimismo están en nuestras vidas son los desconocidos habituales, los que nos cruzamos cotidianamente, incluso varias veces al día, sin ni siquiera saber sus nombres, pero completamente necesarios en nuestro devenir habitual porque puntuales conducen el autobús que nos lleva al trabajo o nos cobran la nota de la panadería o el supermercado. 

Porque las personas que están en nuestras vidas, según la vicepresidenta Carmen Calvo nuestros allegados, pueden ocupar el espacio de un autobús, de un tren con varios vagones de pasajeros, de un Boeing 747, es decir un Jumbo con 660 asientos, los bancos de una cancha polideportiva o las gradas del estadio de O Couto, por poner algunos exagerados ejemplos. Todavía pueden llenar muchas camas de nuestros hospitales, en el caso de padecer covid-19, y demasiadas en las unidades de cuidados intensivos, como hemos comprobado por desgracia durante las dos primeras oleadas de la pandemia. 

Visto lo visto durante la desescalada, y la fuga de prójimos de las capitales durante el puente de la Constitución, mucho temor me dan estas Navidades. Y a mis allegados también.

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