Opinión

Dos mejor que una

Este febrero 2021 se despide batiendo una fatídica plusmarca, la del mayor número de fallecidos mensuales en España, desde el inicio de esta pandemia. Es un dato incuestionable y terrible, que los medios no han aireado demasiado, quizás para no entristecer todavía más a una ciudadanía compungida y fatigada. Aunque queramos mirar hacia otro lado, los que se han ido prematuramente permanecen en nuestra memoria, justo ahora cuando empezamos a recibir noticias mucho más alentadoras sobre los efectos de la vacunación colectiva. Aquí disponemos de varios ejemplos. 

El modelo británico, con el desgreñado Boris Johnson a la cabeza, adalid de una inmunización mayoritaria de sus paisanos con una dosis única de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, por aquello de hacer patria y de paso la puñeta a la recientemente abandonada Unión Europea, que a estas horas continúa reclamando el cumplimiento del contrato del suministro de vacunas. 

Pero también está el modelo israelita. Su presidente fue uno de los primeros en vacunarse contra la covid-19, no por aprovecharse de su privilegiada posición, sino para servir de ejemplo a sus compatriotas, que continúan inmunizándose masivamente, en bares y restaurantes inclusive, a cambio de simbólicos chupitos y porciones de pizza. 

Todos estos planes de vacunación colectiva exigen medidas sanitarias y logísticas, ordenadas y muy bien calibradas, para no incrementar aún más el desconcierto general en una lucha contra la pandemia que acaba de cumplir su primer año. 

Grosso modo, recordemos que existen dos vacunas de tecnología ARNm contra el SARS-Cov-2. Se trata de las de Pfizer-BioNTech y Moderna. Para conseguir la mayor efectividad necesitan dos dosis: la primera, para provocar la respuesta inmunitaria, y la segunda, a modo de refuerzo. 

Estudios recientes, todavía pendientes de refrendo, indican que aquellas personas que ya han superado la covid-19, con una sola dosis de las vacunas ARNm podrían obtener una respuesta inmunitaria similar a la desarrollada por los prójimos que, sin haber padecido la enfermedad, ya hubieran recibido las dos dosis reglamentarias, tal y como recomiendan los protocolos de sus fabricantes. 

Simplemente recordar que la comprobación de estos documentos técnicos es una de las condiciones exigidas por las autoridades sanitarias para la aprobación de las vacunas. Insistimos: de momento, este tipo de datos se refieren a las vacunas ARNm y no a las demás. 

La vacuna de AstraZeneca-Oxford emplea una tecnología diferente, la de un adenovirus modificado genéticamente para fabricar la proteína de la espícula del SARS-Cov-2. Experimentar con la población, más por razones políticas que sanitarias, podría acarrear riesgos futuros para todos.

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