Opinión

ENFERMEDADES MITOCONDRIALES

En los pasados días, los medios de comunicación se hicieron eco de la controversia suscitada en el Reino Unido ante la puesta en marcha de técnicas que eviten en el futuro graves enfermedades genéticas. En este aspecto trabaja un grupo de investigadores de la Universidad de Newcastle capitaneados por Doug Turnbull. Nos estamos refiriendo a patologías causadas por unas 200 mutaciones, con una prevalencia de 1 por cada 5000 nacimientos. Dependiendo de su gravedad, pueden al sistema nervioso (50% de las ocasiones), corazón, hígado, riñón, músculos, aparato respiratorio y sistema endocrino. La primera de ellas fue descrita hace 50 años por el Dr. Luft, de la Universidad de Estocolmo.

La función principal de las mitocondrias es generar energía celular. Pero, además del núcleo, están dotadas con material genético. Este ADN se transfiere siempre de madre a hijos. Si consiguiéramos eliminar todas las mitocondrias maternas dañadas, resultaría imposible la transmisión a su descendencia de estas patologías. Describimos uno de los procedimientos empleados. Se obtiene un óvulo de la madre transmisora de la enfermedad. Se le extrae el núcleo y éste es implantado a su vez en un óvulo sano de la mujer donante. El resultado es un óvulo con el ADN nuclear de la madre biológica y el ADN mitocondrial de la madre donante. Este óvulo reprogramado es fecundado en el laboratorio con espermatozoides del padre. Es indudable que mediante estos procedimientos miles de parejas han podido tener hijos propios, y que en un futuro muy cercano muchas enfermedades genéticas serán historia.

Pero también es cierto que algunos de estos descendientes así concebidos podrían verse afectados al conocer que su material genético fue modificado artificialmente en un laboratorio. Sostiene la psicóloga Lauren Slater que integramos mejor lo que se nos cuenta como un relato. Aquella mañana de septiembre, la pequeña Eva salió de la escuela. Le esperaba un cortejo muy especial. Su padre, Pedro, había aprovechado un momento libre en su trabajo para acercarse hasta el lugar. De complexión atlética y mediana estatura, poseía una mirada azul especialmente luminosa. Al llegar, posó suavemente los labios en el rostro de Raquel, su esposa, que nerviosa movía adelante y atrás un cochecito de bebé, donde descansaba Miguel, un bebé con apenas 6 meses de vida, el segundo hijo de la pareja.

Nuria, una hermosa joven de larga cabellera dorada, extendió sonriente los brazos hacia la pizpireta Eva, que se acercó a ella retozando. Gracias a las mitocondrias de Nuria, Eva y Miguel se habían librado de padecer una neuropatía óptica hereditaria de Leber. Las predecesoras de Raquel, generación tras generación, habían ido transmitiéndola a su descendencia. Unos pasos más atrás, otra mujer observaba atentamente la escena. Se llamaba Alba y portaba un llamativo ramillete de globos. Alba se había encargado de traer al mundo a Eva y a Miguel. Antes de nacer los niños, Raquel había sufrido un aparatoso accidente de tráfico que obligó a los médicos a extirparle el útero. Alba era lo que vulgarmente conocemos como un vientre de alquiler. Durante 40 semanas, en su matriz crecieron los embriones con el ADN nuclear de Raquel, el ADN mitocondrial de Nuria y el material genético paterno. Hoy es el cumpleaños de Eva, y todos sus progenitores han decido ir a celebrarlo juntos.

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