Opinión

Estigmatizar

Mi padre ha dedicado su vida a la arqueología de las palabras. Tal vez de ahí me venga la afición por la etimología. Resulta que estigma procede del latín stigma, sitgmatis, empleado para nombrar aquellas marcas impuestas con hierros candentes a animales y esclavos. Mal empezamos, con un vocablo con semejante carga negativa. Los romanos lo incorporaron del griego, donde stigma, stigmatos posee diversas acepciones: desde picadura hasta punto o pinta, derivado de stizein, picar o morder. 

Como crueles tatuajes, las marcas con hierros candentes mordían la piel de sus desdichas víctimas, cicatrices permanentes para el resto de sus vidas. En español, estigma tiene también diferentes significados. Por ejemplo en biología, botánica y zoología define estructuras particulares de los seres vivos. Pero hoy vamos a quedarnos con los estigmas de la sociología, las etiquetas que clasifican a las personas en una o varias categorías, para generar desconfianza y rechazo. 

A lo largo de la historia, las sociedades han trazado líneas rojas para empaquetar a sus individuos dentro de la normalidad, una condición subjetiva. En medicina, los enfermos han sido frecuentemente estigmatizados. Durante siglos los leprosos fueron castigados con el desprecio social. La ignorancia imperante entendía que así era menester, ante el padecimiento de una enfermedad supuestamente muy contagiosa, que iba desfigurando y amputando a estos desdichados pacientes. 

Existen herramientas muy poderosas para estigmatizar y marginar: la economía, la cultura y la religión. En este aspecto, la justificación de que una enfermedad como la lepra podía ser un castigo divino para purgar los pecados de un individuo sancionó a demasiados desdichados al ostracismo, a caminar por sendas poco frecuentadas y a portar señales que alertasen de su cercana presencia. 

Con el paso del tiempo, y ante el miedo que generaban estos pacientes, fueron condenados a vivir en lazaretos y leproserías, territorios acotados al sufrimiento, la marginalidad y la inmisericordia. La lepra, una enfermedad bacteriana contra la que existe tratamiento, todavía prevalece en la India, Brasil e Indonesia, donde se declaran más del 80% de los casos en la actualidad. 

Gracias al cine hemos conocido leprosos ilustres, como el rey Balduino IV de Jerusalén en “El reino de los cielos” (2005), la madre y la hermana de Ben-Hur (1959), protagonizada por el inolvidable Charlton Heston, o los leprosos de “Molokai, la isla maldita” (1959), con Javier Escrivá interpretando al encomiable Padre Damián. 

La lucha contra los estigmas continúa. Por ejemplo, exigimos su abolición para los pacientes psiquiátricos. Ciertos medios de comunicación continúan haciéndose eco, sobre todo en determinados actos criminales, de que el acusado era un esquizofrénico o no seguía su tratamiento psiquiátrico, olvidando el trato que estos enfermos han padecido a lo largo de la historia. 

También fueron estigmatizados los epilépticos, cuando no quemados en la hoguera como endemoniados. Y seguimos estigmatizando, a los que consideramos peligrosos por ser diferentes. El miedo y la ignorancia continúan siendo hierros candentes.

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