Opinión

Huelga de médicos

Sostiene Aloysius que la cosa tiene que estar muy puteada cuando los médicos se ponen en huelga, una medida que nunca alcanzará la efectividad de las reivindicaciones de otros colectivos, porque en la brega contra la enfermedad y el sufrimiento prójimos no caben los brazos caídos. En España, la enorme mayoría de los médicos son empleados públicos. Si así no fuera, sería imposible atender las demandas de la población. Y aunque la asistencia sanitaria privada va en aumento, ¿qué ocurriría con los pacientes crónicos, que necesitan cuidados para sus múltiples patologías, o con los enfermos oncológicos o los afectados por enfermedades raras, cuyas terapias alcanzan precios astronómicos, prohibitivos si su dispensación no ocurriera dentro de la sanidad pública? 

La pandemia de covid ha servido para descubrir que el emperador está desnudo, como en el famoso cuento. Su séquito hace décadas que lo sabe, pero hasta ahora resultaba más práctico mirar hacia otro lado. La gestión sanitaria es la responsabilidad más difícil de ejercer para cualquier administración, porque las demandas de los administrados apuntan al infinito, mientras los recursos dedicados para cubrir sus necesidad son limitados. Por mucho que se invierta, nunca será suficiente, y tanto más cuanto mayores sean los avances tecnológicos. Está demostrado que los países que dedican un mayor porcentaje de su producto interior bruto (PIB) a la sanidad no tienen por qué gozar de los mejores servicios. EEUU, potencia económica mundial, destinó casi el 16% de su PIB en gasto público sanitario, 2.14 puntos más que en 2019. En aquellos pagos, la cobertura sanitaria corre mayormente a cargo de seguros privados. 

En 2020, el 66.5% de los estadounidenses había contratado algún seguro médico. Aún así, se calcula que 26 millones de personas carecen de seguro sanitario en EEUU. En 2020, en España, el gasto público en protección social se situó en el 22,11%. Sin embargo, el gasto sanitario representó solamente el 7,6% del PIB. Para entendernos, unos 85000 millones de euros ¿Se podría dedicar más porcentaje de las arcas estatales a la sanidad? Probablemente sí. Entonces, ¿dónde están los problemas? Comentábamos el otro día la desidia de las administraciones públicas durante décadas a la hora de ofertar estabilidad laboral a sus médicos, una causa del éxodo de nuestros sanitarios a otros países. Esta circunstancia, unida a una deficiente planificación de la formación de especialistas en España, con una bolsa de licenciados en Medicina y Cirugía abocados al paro mientras no aprueban el examen MIR, que les permite acceder a la formación especializada, y a las previstas jubilaciones masivas de los médicos actuales, hijos del baby boom, sin el necesario recambio profesional, han contribuido a la gestación de la tormenta perfecta. 

España, y el mundo, han cambiado mucho desde la Declaración de Alma-Ata, la conclusión la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud que tuvo lugar en la ciudad de la antigua URSS, entre el 6 y el 12 de septiembre de 1978. Ahora disponemos de escasos recursos humanos y una población cada vez más longeva y pluripatológica.  Habrá que tomar nota y hacer los cambios necesarios. Decía una compañera que ama su profesión, pero odia su trabajo. Los cambios son indispensables.

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