Opinión

Huelga médica

Desde 1601, el celebérrimo William Shakespeare dejó para la posteridad una frase histórica, “algo huele mal en Dinamarca”, pronunciada por el centinela Marcelo y escuchada por el príncipe Hamlet en la explanada del palacio real de Elsingor. Y para poder consumar su venganza particular, Hamlet simuló haber perdido la cordura. Traemos a colación estas consideraciones a propósito de la huelga médica convocada por CEMS Galicia, la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos de Galicia. La llamada a los paros profesionales no está secundada por las demás fuerzas sindicales, incluyendo e O´MEGA, el otro sindicato médico profesional gallego, que sin embargo sí apoyó las movilizaciones de 2015, cuando ambos sindicatos trabajaban en coalición. 

Nos acordamos del mal olor hamletiano porque para que los médicos convoquen una huelga el asunto profesional no huele precisamente a rosas. Esta tufarada no es nueva, ni exclusiva de Galicia. Recientemente hemos sido testigos de múltiples paros y manifestaciones de un colectivo altamente quemado por una pandemia que ha dejado tocados todos nuestros hospitales y centros de salud. Llueve sobre mojado. Desde hace décadas los colegios médicos oficiales y los sindicatos vienen alertando de una situación insostenible, que parece no importarle demasiado al Ministerio de Sanidad y a las comunidades autónomas, que tiene transferida la gestión de la sanidad pública española. Da igual el partido que gobierne en cada una de ellas, pues los médicos se han levantado en Madrid, Cataluña, País Vasco, Valencia, Cantabria y ahora también en Galicia. Sostiene Aloysius que la mayoría de los médicos españoles son empleados del sistema público de salud. Son los que nos atienden cada día en nuestros centros de salud y hospitales, con unas agendas sobrecargadas, con más jornadas y guardias de las aconsejadas. Lejos quedan aquellos aplausos de las 20.00 horas en los balcones, durante la pandemia. Ahora, a algunos profesionales les aplauden en la cara. Cada hora, en España se produce una agresión, física o psicológica, al personal sanitario. 

La semana pasada la justicia condenaba a una usuaria por agredir a una ginecóloga del Complejo Hospitalario Universitario de Ourense, el CHUO: una embarazada acude a un control de su gestación y se lleva un puñado de cabellos de la doctora. Es tan solo un ejemplo, pero muy ilustrativo. Algo huele a podrido en nuestra sociedad, si así tratamos a los que deben curarnos, cuidarnos y consolarnos. Por todas estas cuestiones, las huelgas médicas suelen ser indigestas. En una sociedad constante crispada pueden volverse contra los convocantes, a pesar de que sus reivindicaciones sean muy justas. Sostiene Aloysius que si los médicos pudieran hacer huelga como los controladores aéreos otro gallo nos cantaría. Las demandas sanitarias son infinitas, mientras que los recursos para atenderlas, incluyendo los humanos, son limitados. Desde hace año faltan médicos y sobra trabajo. Los que deberían tomar nota parecen no hacer demasiado caso. Una médica decía en televisión: amo mi profesión, pero odio mi trabajo. Para que no nos ocurra lo mismo que al príncipe Hamlet, deberá imperar la cordura. Apostar por la sanidad pública es básico, Cuidar a sus profesionales también.

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