Opinión

Infoxicación

Cada día recibo decenas de informaciones relacionadas con la pandemia del SARS-CoV-2, algunas veraces, otras inciertas, con referencias heterogéneas: estadísticas oficiales, medidas preventivas, normativa, protocolos de actuación, proyectos de vacunas, nuevos medicamentos, fármacos eficaces e ineficaces, teorías de la conspiración… Me llegan a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, de mi correo electrónico profesional y particular. Para separar el valioso grano de la improductiva paja, suelo acudir a comunicaciones contrastadas y no manipuladas, artículos científicos y opiniones de expertos, pues esta enfermedad ha servido también para exteriorizar a esos millares de epidemiólogos e inmunólogos aficionados emboscados en este bendito país, de los que ya hay tantos como seleccionadores nacionales de fútbol. 

A otro nivel, pero tan dañinos como el propio virus, están la desinformación, el miedo y las noticias adulteradas. Asimismo, la infoxicación resulta muy perniciosa. Nos estamos refiriendo al volumen tan ingente de datos que nos resultan imposibles de procesar, y por lo tanto, completamente inútiles. Ha ocurrido, por ejemplo, con la recomendación de las mascarillas protectoras. En un principio, incluso las autoridades sanitarias internacionales, como la propia OMS, desaconsejaron su uso generalizado, reservándolas preferentemente para los trabajadores sanitarios y otras personas que pudieran estar en contacto con los casos positivos de COVID-19. Dicha sugerencia ha ido mudando y extendiéndose con el paso del tiempo, gracias a las nuevas evidencias de su eficacia y a la amplia oferta de mascarillas en el mercado, ahora cuantiosa, pero tan exigua al principio como para ser literalmente sustraídas en algunos centros sanitarios y desencadenar una oleada solidaria de confección artesanal de las mismas. 

Yo guardo para la posteridad y con cariño muy especial una de ellas, donada por un grupo de incansables voluntarias ourensanas en la difícil etapa del confinamiento. Remontándonos a finales de abril de este año tan extraño y peculiar, descubrimos que la infoxicación sobre el SARS-CoV-2 había ocasionado un descenso de las conversaciones en las redes sociales desde la declaración del primer Estado de Alarma. 

La evolución de las conversaciones fue poco a poco evolucionando desde la preocupación por las condiciones laborales y la seguridad de los profesionales sanitarios hasta la inquietud social, culminando con airadas discusiones políticas sobre la gestión gubernamental de la crisis y el miedo a una futura crisis económica, entonces hipotética y hoy en día tangible y evidente. Esto no se ha terminado. Toca seguir desgranando y no desangrando. dríamos afirmar que los vira.

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