Opinión

Abducción

Negacionistas o conspiranoicos, ninguno surge al azar. Esta es una de las respuestas a la crisis del covid, desafiando de manera permanente, tanto las directrices de las autoridades como al más puro sentido común.

En medio de este maremagno está la vuelta a las aulas y unos padres preocupados por sus hijos frente a un puñado de irresponsables, apenas preocupados por aparcar a su prole en al colegio, sin importarle demasiado si llevan un saco de mocos colgando de la nariz. Por otro lado anda la gente que, vestida con unos pantalones de malla, se consideran inmunes al virus y prescinden de toda medida de seguridad, pasando a escasos centímetros de cualquier viandante y desprovistos de mascarilla,  alegando que practican deporte, como si ello inmunIzara al mundo. Unos abrevando en el bar en el el pub a pleno grito y escupitajo, en tanto otros chorrean una lluvia de gotículas a todo aquel con quien se cruce, por el simple descuido de descubrir la boca al hablar por el móvil. Todo un circo de variedades capaz de propagar la pandemia, que aún así sorprende por no estar más extendida.

¿A qué viene una actitud tan irreflexiva? Seguramente hay que buscarla en la conducta errática y reiterada de unas autoridades que hoy dicen una cosa y mañana lo que se les ocurra. Porque si hay una cosa que confunden son las cifras que se manejan, y no por su volumen sino por estar siempre descontextualizadas. Una de las cosas que más sorprende es el crecimiento exponencial de infectados desde que acabó el confinamiento, con una proporción tan baja de ingresados y fallecidos, una cuestión que no tiene mucha ciencia: antes de la cuarentena apenas se hacían pruebas de diagnóstico. Ni siquiera se valoraba la cuestión de los asintomáticos. Ahora se practica tal cantidad de test que se hace inevitable en incremento exponencial de diagnosticados como infectados. ¿Pero, y entonces, por qué ahora hay menos muertos?

La explicación hay que buscarla en la disponibilidad de equipos. Frente a la cantidad de respiradores que ahora hay en las UCI, antes se rifaban quién lo iba a poder utilizar, además de hacer seguimientos más amplios de los infectados y su entorno, y esa es una de las cuestiones que hay que valorar. Hacen falta más rastreadores, unos profesionales que no pueden seguir detractándose del personal activo en centros sanitarios, ya que conlleva privarlos de trabajadores y cargar a los restantes con más trabajo. Se debería contratar a personal en paro y formarlos como rastreadores, lo que mejoraría la eficacia de su cometido además de generar economía circular. 

Tal de lo mismo debería considerarse con el inicio del curso escolar. Si es necesaria la mayor separación entre alumnos reduciendo por lo tanto el aforo, la Administración ya puede ir pensando en contratar a docentes en paro para garantizar una formación de calidad.

Y qué decir de los geriátricos, donde se hospedan aquellos mayores que se han ganado con creces todos los derechos que, de un tiempo a esta parte, están en entredicho. Con el reconocimiento de centros sociosanitarios, a los geriátricos se les debe dotar ya de una mayor plantilla sanitaria y de un reglamento que proteja lo mismo a los residentes que a los trabajadores.

Esto es cuanto hay que empezar a solucionar, dejando de lado diferencias políticas e ideológicas. Porque no hay mayor pandemia que la irresponsabilidad y la ignorancia, y para difundir tonterías ya sobra Miguel Bosé y la ONG idiotas sin fronteras.

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