Opinión

Eficiencia

Está claro que las cosas son buenas o malas según con el cristal con que se mire, y es que en el fondo, ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío, permite afrontar de una forma más constructiva el hecho indiscutible de que el recipiente está mediado.

¿Bendita pandemia? Más de uno dirá “qué barbaridad, qué puede tener de bueno un desastre mundial de semejante magnitud como para llegar a calificarla de bienaventurada”. Pues la verdad, no es como para ponerse a bailar entonando aleluyas, pero algún pan ha traído bajo el brazo.

Uno de los aspectos más significativos ha sido el esfuerzo común desarrollado por distintos equipos científicos, aunando esfuerzos por encima de intereses comerciales. Nunca se había dado un intercambio de información tan fluido en pos de un bien común general. En apenas diez meses la Humanidad está hallando respuesta a enfermedades sobre las que se lleva ensayando remedios a lo largo de décadas. Así, por ejemplo, en un futuro cercano la empresa biotecnológica Moderna aplicará en la inmunización para la gripe y el VIH, el mismo modelo desarrollado para su vacuna contra el SARS.

Por otro lado, la búsqueda de un antídoto para atajar al covid-19 ha abierto distintas líneas de investigación que han alumbrado una nueva esperanza para afrontar distintas enfermedades. Tal es el caso del Instituto Rega de la universidad de Lovaina, en Bélgica, que espera disponer el próximo año de la oportuna autorización para una vacuna que ofrece una protección más dilatada en el tiempo, actuando simultáneamente como preventivo de la fiebre amarilla.

Por si no bastara, la farmacéutica alemana BioNTech ya ha publicado los primeros datos preclínicos de su vacuna basada en tecnología ARNm que una vez inoculada induce a las células a producir determinadas proteínas que, lejos de limitarse a inmunizar frente al covid-19, permitirían tratar enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple.

Quizá uno de los mayores obstáculos a la aplicación de la vacuna se halle actualmente en la capacidad de los laboratorios para producir cantidades suficientes, así como el esfuerzo logístico de distribuirlas y administrarlas, aunque en el aire gravite una cuestión esencial, y es que la eficacia descansa sobre dos pilares básicos: la solidaridad y la confianza.

La reciente aparición de la variante brasileña del covid, bastante más agresivas que las conocidas hasta ahora, pone de manifiesto la urgencia en contener el virus ya que, de lo contrario, su capacidad mutógena podría restar efectividad a las vacunas desarrolladas hasta la fecha. Esto significa que es un imperativo alcanzar con el remedio a toda la humanidad. La solidaridad trasciende a los simples valores de altruismo y bondad. Es imprescindible vacunar también a la ciudadanía del tercer mundo y de los países emergentes o en vías de desarrollo si lo que se busca es una respuesta óptima frente al covid, de manera que si esta población carece de medios para costear el fármaco, tendrá que asumir sus costes el mundo industrializado.

La segunda cuestión está en la confianza, ya que por intereses políticos e ideológicos se ha puesto en duda su eficacia y seguridad. La desinformación, la gestión errática de la pandemia y la mala costumbre de los cargos públicos sacudiéndose sus responsabilidades, buscando culpables en lugar de soluciones, han generado la desconfianza popular. Pedro Sánchez proclamó que en cuanto llegara sería el primero en vacunarse, pero lo cierto es que los españoles aguardan para verlo. Deberían ser él, Fernando Simón, Salvador Illa y todo el Consejo de Ministros que se vacunaran en público para acabar con las reticencias, porque un ejemplo enseña más que mil lecciones. Claro que, obvio, Sánchez no es Fraga, y es que para bañarse en Palomares le sobra lengua y faltan bemoles.

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