Opinión

En Galicia somos +

Aun jubilado con la pensión mínima le importa un bledo que quienes ganan más de 130.000 euros vayan a pagar más impuestos, porque le va a costar lo mismo llegar a fin de mes. Más aún desde que no le suben la pensión pero todos los servicios aumentan el precio. Si un gobierno quiere dárselas de justicialistas sociales, que empiecen por bajar el IVA, que es el impuesto más injusto que existe porque una renta de 835 euros acaba pagando lo mismo por una barra de pan que el que gana 130.000 euros.

Esta es la realidad de la oferta cutre del aspirante a gobernar el país o, por lo menos, el que dice que va a traerle las habas a casa a todos. En la tarta del poder a Galicia le ha tocado la herencia más envenenada imaginable. Sólo quien ignora cómo se subasta una concesión administrativa puede pensar que los gallegos salen ganando algo con la entrega de la AP-9 o con el pazo de Meirás.

El primer punto queda claro en los pliegos públicos: si la concesionaria no recauda lo que estime oportuno, la Administración tienen que pagar la diferencia a la empresa explotadora. Considerando que la Autopista de las Rías Baixas es una concesión de la empresa Audasa, lo único que el Gobierno central puede transferir a Galicia son las responsabilidades de la explotación, es decir, que si a la concesionaria no le dan las cuentas, en lugar de tener que pagar la diferencia Madrid, le va a tocar a los gallegos pagarla.

Lo del pazo de Meirás le anda a la zaga. Declarado BIC, los Franco tienen la obligación de abrirlo al público y, si no lo hacen, las autoridades tienen que obligarles. Pero no. Al parecer hay algún tarado mesiánico de turno que no le vale que el peso del mantenimiento recaiga en la familia Franco y, para castigarlos por descender del Caudillo, han decidido que, en lugar de ellos, sean todos los gallegos quienes lo mantengan tras solicitar la transferencia a Sánchez a cambio del escaño. La verdad es que Ana Pontón prometía más, o cuando menos parecía lo bastante inteligente como para defender los derechos de los gallegos, en lugar de cargarlos con un saco de gastos por unas piedras que, mejor que las mantenga Moncloa. ¿El eje Atlántico? ¡Para qué! El AVE que comunique de una puñetera vez Galicia con la capital, y que disfrutan los sevillanos desde 1992? ¡No, para qué!

¿Una negociación con la UE para nuevas cuotas agrícolas, ganaderas o piscícolas? No, hombre, cómo va a ser eso importante para Galicia! Lo que parece ser acuciante es la estúpida reivindicación de una autopista y un pazo que le va a costar al bolsillo de todos los gallegos, mientras lo que les produzca un euro va a parar a manos de los amigos de Galeusca, esos que hace 70 años clamaban por los derechos de las nacionalidades históricas pero que ayer, siete décadas después, de mano del PNV, sólo reivindicaba privilegios para Cataluña y Euskadi porque Galicia sólo es su tonto útil, igual que plasmó Sánchez en sus propuestas de investidura: negociar con el gobierno catalán como si fuera un Estado soberano reconocido por la comunidad internacional, darle a Euskadi ciento y la madre, y a Galicia... los saldos de la cuesta de enero.

Menos mal que Galicia lleva más de 2.400 años filtrando y dejando pasar. Hoy como nunca, Galicia se jacta de todas las denominaciones de origen de vino, más que ningún otro territorio. Sólo la provincia de Ourense goza de cuatro Denominaciones de Origen de vino, además de una indicación Geográfica. Panes de toda la Comunidad Autónoma de todas las clases y colores pero sin duda de las mayores calidades. Tal es así que por ejemplo el pan de Cea, junto al vino del Ribeiro, gozan de prestigio milenario. Hasta llegar a subproductos del vino, casi situados en materia prima, como el vinagre del Ribeiro. Esto todo mirando a las raíces. Hacia adelante tenemos todo, hasta empresas punteras de ámbito internacional como Coren, Zara o Zeltia, en producción alimentaria, textil o farmaquímica. ¿De verdad cree el BNG que Galicia merece ser vendida por 30 monedas, en lugar de reivindicar su lugar en el mundo? Sumando los diputados presentes en el congreso, está claro que los gallegos opinan que no.

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