Opinión

La estadística del pollo

Propone la estadística del pollo que si dos individuos compran una gallina y uno se la come entera impidiéndoselo al otro que se limita a mirarla hambriento, en virtud de la más castiza matemática, a cada uno le ha correspondido medio capón.

Esta es la peculiar vara de medir a la que se ha agarrado el presidente del Gobierno en mitad de sus vacaciones, como una tabla de salvación para sosegar al electorado, luego de su personal ejercicio triunfalista sobre el estado de la nación, dejando al respetable mudo y a un servidor boquiabierto. Acostumbrado como estoy a que el ejecutivo de turno haga uso caprichoso de la ya de por sí arbitraria estadística del pollo, confieso que después de las ventajas propuestas me cuesta salir del pasmo: Rajoy postula como conclusión a sus cacareados éxitos que el camino tomado es el acertado, lo que según él se revalida por los resultados, a juicio del que suscribe, en clara sintonía con la sentencia del Generalísimo vanagloriándose de logros afines: “¡Españoles, hace muchos años estábamos al borde del barranco, hoy hemos dado un paso al frente!”.

Pero rebobinemos por un momento para entenderlo: rebuscando entre las cifras del Instituto Nacional de Estadística, entidad absolutamente fuera de la sospecha de adulterar los datos, cuando en septiembre de 2011 gobernaba el PSOE la cifra de parados era exactamente de 4.422.359 donde la actual de agosto de 2014 es de 4.419.860, con lo que tras sus demoledoras reformas, el guarismo oficial de empleos creados en más de dos años de gestión del PP alcanza la friolera de 29.841—me siento, no vaya a ser que me dé un vértigo—. Si hacemos cuentas es para que al presidente y compañía se les caiga la entrepierna a las rodillas, ya que en aquel 2011 el censo de población arrojaba un total de 46.507.800 habitantes frente a los 46.152.925 actuales, que vienen siendo 354.875 españoles menos, a los que hay que sumar los 390.206 que se han marchado a la emigración por culpa de la crisis. Sobra comentar el producto de la suma: a poco que se observe este dato es para preguntarse si realmente se crearon esos exiguos puestos de trabajo o si a tenor de las cantidades, en términos absolutos no sólo no se ha fomentado sino que continúa destruyéndose empleo.

Pero para que el optimismo rajoyano no decaiga, el ejemplo más claro lo aporta el índice de endeudamiento: todos recordamos a Rajoy recriminando en 2011 a Zapatero que la Administración soportaba un nivel de endeudamiento de 734.962 millones de euros. Después de superar el bienio sentado en la bancada azul del Congreso, el único logro que puede anotarse Mariano es el de endeudar a los españoles hasta en 1.007.319 millones de euros, lo que se traduce como que el PP ha logrado rebasar la barrera psicológica del billón de euros de deuda pública, incrementándola en un 27%.

Estas brutales referencias que son del dominio público, parecen no haberle servido a una oposición que está apagada o fuera de cobertura, por no decir enzarzada en sus propios dilemas por minucias como el ascenso de Podemos. En este punto debo aclarar que no siendo Zapatero santo de mi devoción, sigo sin entender qué es lo que tan mal hizo para que Rajoy se rasgase las vestiduras, actitud que lo aleja del panorama social, económico y político de un país que lleva tanto escorando, mientras se aprueban nuevas leyes para constreñir a unos ciudadanos que con el tiempo han hecho callo abandonándose a la resignación, por más bendecida que esté con el reconocimiento del presidente al ingente sacrificio con el que se les está apaleando.

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