Opinión

¡Joder con las instituciones!

Al final tenía que pasar: tanto rinoceronto y rinoceronta, tanta elefanta y elefanto tenía que acabar trayendo cola, y no ya por la barbaridad del instructor del "caso Manada", sino también por la más que desatinada campaña contra la alcoholemia del Ministerio de Sanidad. Para el sumario por agresión sexual presuntamente perpetrado por los integrantes de la autodenominada Manada —más bien morralla—, hay una distancia definida entre la independencia judicial en la libre interpretación del espíritu de la norma y la conculcación de la ley. La actitud del juez descalificando pruebas anteriores a la comisión del delito contra los imputados, aceptando en su lugar como descargo el resultado de un seguimiento posterior de la víctima rayano con el acoso, no sólo envía a los pervertidos el mensaje de que la violación es lícita siempre que la víctima no ingrese en un psiquiátrico, sino que además, la admisión de un informe realizado por un investigar privado contra la perjudicada supone una segunda agresión, en esta ocasión perpetrada desde la judicatura.

Cualquier ciudadano tienen derecho a expresarse con libertad sin que ello autorice ni despenalice una violación. Cuando un varón luce una camiseta con un texto de contenido sexual nadie se apresura a forzarlo, respetando su libertad sexual. Lo inaceptable es que si quien calza la camiseta es mujer, la propia justicia haga una calificación de conducta incitadora, vulnerando su libertad sexual y de expresión. A nadie se le pasa por la cabeza mancillar a un deportista vestido con shorts. Lo intolerable es que desde un juzgado se cuestione la dimensión de un ataque perpetrado por cinco muchachotes fornidos —dos de ellos policías entrenados para reducir a hombres fuertes—, contra una chiquilla incapaz de defenderse de tamaña salvajada. Peor aún que la felonía es arbitrariedad lesiva por parte de quien debería amparar a  la perjudicada.

Por si no bastara con semejante agresión sexista institucionalizada, el Ministerio de Sanidad viene de poner, no su granito de arena sino su monumental pedrusco con la campaña contra el consumo de alcohol en la juventud.  Lo escandaloso es que sin previsión alguna, la campaña haya tenido que retirarse luego de que asociaciones y ciudadanos pusieran el grito en el cielo, no ya por el doblete absurdo entre géneros sino por el contenido directo del mensaje y las estupideces subyacentes que se leen entre líneas. La primera parte viene a penalizar a los mismos padres a quienes ZP desarmó con su incongruente Ley del Cachete, privándolos de cualquier herramienta coercitiva para enderezar a sus hijos, mientras desde su gobierno se estimulaba la desintegración familiar como fórmula idónea para construir una sociedad mangoneable hasta el infinito. La empresa divulgativa del ministerio se sacude de encima la responsabilidad inherente a su razón de ser, volcando un carro de mierda encima de los más que atareados padres: “Tu retoño se arrastra el finde con una tajada descomunal porque tú eres un negligente”, reza por lo bajo, aunque consciente de no ofrecer otras alternativas.

Pero lo más hiriente es la discrepancia propuesta según se ajume él o ella. Si quien empina el codo es muchacho, el consejo de sabios iluminados de Sanidad advierten contra el riesgo de actitudes violentas, asumiendo que por necesidad  la característica definitoria del varón tiene que ser el arrebatado antes que la llorera, y eso aún admitiendo que la trompa sea tan gorda que lo acabe tumbando, poco menos que por coma etílico —valiente bravuconada podría hacer el borrachín estando inconsciente—. Sin embargo cuando es ella la beoda, la pone en riesgo de someterse a relaciones no deseadas, como si achisparse fuera una patente de corso para que cualquier gallito  pudiera forzarla con impunidad, aunque visto el proceso de la Manada... Lo abominable del spot es la ausencia a la invocación del padre, penalizando sin tregua a la progenitora: “tranquila”, tu hijo/a seguro que no bebe. 

Algo falla cuando las instituciones se pasan la igualdad de sexos por el arco del triunfo, justo a la altura de las joyas de la familia. Sin duda una sociedad igualitaria exige mayores inveriones en educación, incluyendo con urgencia cursillos intensivos para las lumbreras ministeriales.

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