Opinión

La caja de los truenos

No bien se acerca la ansiada fecha del 28 de abril, los candidatos se acaloran abriendo, por un lado el cajón de la mierda ajena, mientras se sacan de la chistera la intemerata de regalos, emulando las rebajas de verano, pero sin que al respetable le dé lugar a arrepentirse de la promoción, ni consiga que le devuelvan ni voto ni escaño en caso de no quedar satisfecho con la oferta. 

Uno tras otro ha abierto la caja de los truenos, dando por hecho lo que hasta ayer mismo era absolutamente imposible. En un ejercicio donde no queda claro si los candidatos son idiotas o mentirosos, uno  promete mayor gobierno de la Seguridad Social  a las Comunidades Autónomas, seguramente olvidando las competencias transferidas hace ya décadas. Otro bate el cobre asegurando una bonanza ciudadana sin par, próxima al País de las Maravillas, sin aclarar la fuente de los dineros para financiarla. Un tercero asegura que la Tierra es plana y que arrojará por el abismo a todo ilegal que se acerque a suelo patrio, desconociendo que de los aproximadamente quince mil sin papeles que llegan, más de la mitad sigue camino a Europa del norte y al resto los deportan a Marruecos, sin importar su nación de origen, obviando que en breve, como no haya una explosión demográfica, el sistema de pensiones y el Estado de bienestar se van a ir al mismo carajo que quieren enviar a los inmigrantes.

Vamos, que los cinco académicos de la política española se fueron a consultar la Enciclopedia para ver si ilustraban a España, sin tener en cuenta que las papeletas a C's, Podemos y Vox, no son otra cosa que los votos de castigo de los electores del PP y PSOE, a falta de respetar de una vez el voto en blanco. Queda patente que, harto del reino de taifas donde se demostró que cada cual quería su trono y, considerando que si por un lado las mareas se ahogan y por otro la notoria marea de  deserciones en Podemos, a riesgo de hacer las cuentas de la lechera, al menos en Galicia, el único que puede salir airoso es el BNG, que en un golpe de mano sólo le faltó repescar a Beiras después de haber hecho lo propio con Anxo Quintana.

Para todo lo demás, la verdadera enjundia es que poco ha mudado desde las dos campañas anteriores. Falta responsabilidad y excede egoísmo por parte de candidatos y partidos. A piñón fijo siguen en sus trece, aportando apenas como novedad que ahora son cinco a repartirse el pastel donde antes eran cuatro.

Como siempre, la explicación hay que buscarla en la calle. Estos días se lamentaba una mujer en las redes sociales de que, tras pedirle al candidato que le asfaltaran la pista que lleva a su casa, a cambio de los siete votos que duermen en ella, pasada la feria la vía sigue igual de agreste y llena de baches. Eso sí, el aspirante se llevó los votos y fue alcalde pero ahí quedó todo. Seguramente esta ciudadana ejemplar aún no cayó en la cuenta de que lo que ventiló públicamente fue un presunto delito de tráfico de influencias por su parte, pero no el  incumplimiento de un político a quien,  tan alejado de la prevaricación como del chapapote, nadie puede acusar de comprar voluntades.

Con la Semana Santa en ciernes, consciente de la traslación de la sagrada familia desde Vallecas a Galapagar, el votante debería mostrarse más cauto y menos pasional. Dejar de defender a  incompetentes o mangantes y exigirles, lo mismo el cumplimiento de sus programas que el ejercicio de una oposición leal al electorado. 

Por supuesto siempre habrá quien, por abundante que sea la experiencia, se tome la propuesta electoral como la vaca sagrada, olvidando que el amor por la música incluye también a la copla. Por eso, antes de introducir el sacrosanto voto en la urna reflexione. Piense en el interés general, mostrando más sentido de Estado que los “cinco magníficos”. O por lo menos, para evitar futuras frustraciones, no olvide con quien está tratando porque, parafraseando al escritor y periodista italiano Ugo Ojetti, “quejarse es el pasatiempo de los incapaces”.

Te puede interesar