Opinión

Santuario de pollas

Los seguidores de los grandes documentales de la 2 quedan advertidos de que, a lo largo de cuatro agotadoras jornadas, el león se aparea hasta ochenta veces diarias con la leona a la que acaba de matar sus cachorros. Resulta evidente que la hembra se somete por una simple cuestión de fuerza, situación que se repite hasta la saciedad en el reino animal a excepción del canibalismo sexual -muy extendido entre los artrópodos, antípodos, arácnidos e insectos-, siendo el más conocido el de la Mantis religiosa, o el festín que se da la trucha con el trucho después de fornicar a gusto. Fuera de ese mecanismo de supervivencia, que permite a la hembra disponer de reservas para garantizar el éxito de la siguiente generación filial, e incluso a pesar de ello, lo cierto es que sí: por costumbre el gallo viola a la gallina.

A toro pasado -después de que media España haya reído a mandíbula batiente por unas jóvenes cuyo santuario de pollas se hizo viral-, lo lamentable es que subyace la realidad oscura de que la estética nubló la dialéctica. Su imagen transgresora eclipsó el fondo de un mensaje de verdadero calado: la igualdad entre hombres y mujeres.

Desde el análisis de las teorías feministas se distinguen tres categorías básicas: diferencia, desigualdad y opresión de género. Mientras la teoría de la diferencia invoca, entre otras, cuestiones puramente biológicas como superioridad física masculina, la hipótesis de la desigualdad aduce que ambos sexos se sitúan no sólo de manera diferente sino desigual, lo que conlleva que las mujeres dispongan de menos recursos materiales, estatus social, poder y oportunidades frente al varón. Las feministas radicales creen que toda la sociedad se caracteriza por la opresión -castas, clases, grupos raciales, étnicos y religiosos, categorías de edad y género, diferencias sociales-, cuyo origen es el patriarcado opresor que convierte a la mujer en objeto al servicio del hombre.

No anda tan descaminada la valoración. El problema es que, mientras el feminismo liberal es compatible con la conducta dominante en las instituciones y cultura del país, su orientación reformista y su afinidad con los valores del individualismo, libertad e igualdad de oportunidades, las abanderadas del feminismo radical materialista socialista marxista, finalmente plantean una solución capitalista, racial y clasista, persiguiendo un modelo de mujer norte europeo, capitalista, racista y clasista, y por supuesto, como colofón, separar al gallo de las gallinas, con el colapso que ello supone para la especie. Claro que el extremismo de las guardesas del asilo no ayudó a visibilizar la cuestión subyacente, no por el enfrentamiento abierto ente sociólogos y teóricas de la opresión, sino porque en el plano emocional, cada cual responde en función de su grado de radicalismo. 

Pero sin duda la desigualdad es lacerante. Por eso la moderación de la mayoría repugna situaciones como el matrimonio infantil, donde en aras de la tradición, una pobre infeliz es legalmente forzada por un pedófilo con el beneplácito de su sociedad. A nadie se le pasa por la cabeza que una niña de ocho años consienta una relación sexual con su marido de cuarenta años. Obviamente alguno dirá que aquí no se dan esas situaciones extremas, y que, por añadidura, las instituciones públicas velan por el estricto cumplimiento de las leyes de igualdad de género. Como muestra -aducirán-, en Educación o Justicia hay mayor presencia de mujeres que de hombres. No obstante, al margen de ser jueza por meritocracia, la divergencia es patente: en España hay un 74% de juezas, sin embargo sólo un 21% en los estamentos judiciales, la mayoría presidiendo Audiencias Provinciales, pero con escasa presencia en la élite de la Judicatura como los Tribunales Superiores de Justicia, el Supremo, la Audiencia Nacional o el Constitucional. 

No se trata de feminismo ni machismo sino de ser o no demócrata. El día que la mayoría lo comprenda, apostará sus esfuerzos en lograr una sociedad más justa e igualitaria en la que, pese a las objeciones de algunos, paradójicamente no sólo la mujer vivirá mejor.

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