Opinión

Si te dicen que caí

Con el corazón en un  puño. Así es como una gran cantidad de ciudadanos acogió el último comunicado de la organización terrorista ETA.

Con lágrimas a punto de aflorar ante la expectativa del fin de la pesadilla terrorista, e incluso congratulándose por el aparente acto de contrición de los violentos. Porque lo que quizá buscan no es tanto la sinceridad como la lágrima fácil que polarice a la opinión pública ante su nueva estrategia: ETA dispara una vez más a bocajarro, en esta ocasión sustituyendo los nueve milímetros por una munición más sutil pero no por ello menos contundente, las palabras, seguramente a sabiendas de que la pluma es más fuerte que la espada, y es que cuando la emoción primera se templa ya con un segundo repaso ahondando en una lectura entre líneas, el mensaje invita a pensar que el zorro pierde el pelo pero no las mañas.

Con habilidad harto discutible pero cargada de oportunismo, la cúpula violenta enhebra arteramente  acontecimientos para sembrar más dudas y dolor sobre sus actos que buscando un diálogo político de convivencia en paz.

Tras un repaso donde alude al lamentable grueso de víctimas, no acaba de aclarar si se refiere a cuantos cayeron bajo su fuego o si el calificativo se reserva a los abatidos y encarcelados de sus propias filas. Existe una fina línea que deja entrever que, al mencionar a los exiliados, evocan a los presos por delitos de sangre que jalonan la geografía carcelaria española, antes que a aquellos empujados por la banda violenta a abandonar su casa ante la insufrible presión, la amenaza y el extorsión.

Ciertamente cuesta dilucidar quiénes son para ETA los damnificados. Si los vascos que durante décadas vivieron como rehenes en su propia casa, teniendo que mirar con desconfianza a su vecino por temor a posibles represalias mientras los violentos invocaban la libertad, o los asesinos que en ese tiempo han disfrutado en un retiro dorado en Latinoamérica.

Sin embargo no dejan dudas a la hora de calificar sus actos como guerra legítima, sin sentir el menor remordimiento por los caídos entre las filas de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, como tampoco parecen recordar que su sed sanguinaria se extendió más allá de Euskadi, alcanzando de lleno el corazón de la Ciudad Condal o de la capital de España, sin mostrar ni el mejor homenaje por los ciudadanos y niños, en general hijos de la Guardia Civil, por quienes no mostraron piedad a la hora de masacrarlos en las casas cuartel, considerándolos simples daños colaterales.

Por desgracia el análisis de fondo señala sin incertidumbre la pasta de la que está hecha esta calaña, este cáncer que justifica su reguero de muerte y su existencia en un acontecimiento absolutamente ajeno a la independencia de Euskadi como es el bombardeo de Guernica, siendo el mejor ejemplo de cómo el terror puede llegar a generar una opulenta industria económicamente rentable. Dejando al margen la aureola de revolucionarios que se atribuyeron ellos mismos, nada de sus acciones los aleja de otros grupos criminales organizados como la Cosa Nostra o la Mafia.

No cabe duda de que la crisis económica también ha hecho mella en ETA, con dificultades notorias para financiarse como antaño. De ahí con certeza surge este patético intento, una maniobra que busca el reagrupamiento de los reclusos etarras como preludio para reorganizarse. Si realmente quieren convencer a la sociedad de sus buenas intenciones unos pasos son esenciales antes de gimotear medias verdades: anunciar la disolución de ETA y entregar las armas Ya tendrán oportunidad de rasgarse las vestiduras cuanto quieran entonando el mea culpa. Porque como reza el refranero popular, obras son amores, que no buenas razones.

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