Opinión

Vejación

Corría el año 1040 cuando el Señor de Vizcaya se declaró vasallo del entonces conde de Castilla, incorporándose a su corona en 1379. Con el devenir del tiempo, aquello que algún día había sido el reino de Navarra -reducido en el siglo XVI a lo que en la actualidad ocupa Vizcaya-, quedó definitivamente anexionada en 1515 a la corona castellana por el Tratado de Burgos.

Reivindicando la independencia para Euskadi, en 1959 se funda ETA, sin que a lo largo de los 444 largos años que separan el acuerdo burgalés y el acta fundacional de la banda armada, nadie se acordara de ninguna soberanía independiente vasca. 

Para quien albergue dudas cabe anticipar que el Partido Nacionalista Vasco (PNV), fundado en 1895, se consideraba una formación política de ideología nacionalista vasca, liberal, demócrata cristiana y de centro derecha, pasando a ser aconfesional desde 1977, y proclamándose, sólo en la actualidad, como soberanista.

Dicho esto cabe añadir que, dejando al margen el goteo de nuevos grupos creados durante la Transición o ya en plena Democracia, a lo largo de todo el franquismo, a excepción de los Maquis, Agrupación Guerrillera Española o la Guerrilla Urbana Antifraquista activa entre 1944 y 1960 y organizada por el Partido Comunista de España; el Movimiento Libertario Español-CNT, los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), y ya en los estertores del régimen, el Frente Revolucionario Antifascista y patriota, ninguna otra banda invocó actividad alguna contra el fascismo, el franquismo o la dictadura en sí. Por supuesto ETA tampoco, que desde su nacimiento anduvo siempre a la suyo. 

Cuando se habla de ETA se rememora siempre la magnitud de sus asesinatos, barbaridad que habitualmente oculta la dimensión brutal de su actividad. Su fundamento primero era causar la mayor devastación posible, de ahí que atentara igual contra casas cuartel de la Guardia Civil que en un supermercado. Militares, miembros de la Policía Nacional, local, autonómica, fueron blanco de su fuego, del mismo modo que políticos, ancianos, amas de casa, niños, bebés... Sin conciencia no dudaron en descerrajarle un tiro en la nuca a quien le diera por rédito un minuto en los noticiarios o unas líneas en prensa.

Pero su negra sombra no se limita a la fría ejecución de inocentes. Extorsión, secuestro selectivo a cambio de rescates, convirtiendo a todo un pueblo en rehén con la más feroz represión; desconfianza, desconcierto. La desintegración de la sociedad vasca y, por supuesto, el exilio para una larga nómina de empresarios e intelectuales sometidos a permanente amenaza de muerte. Por eso resulta ignominioso que ya a partir del refrendo de la Constitución de 1978 se fundaran o aún permanecieran activos distintos grupos criminales armados como ETA. Vaya por delante que lo que aquí se debate no es la ilicitud o legitimidad del derecho de autodeterminación de ningún pueblo, sino la tropelía que supone imponerse por la fuerza de las armas en lugar de gobernar con el apoyo de las urnas. De modo que si tal actitud hizo reprochable al franquismo, no menos lo es para los terroristas por mucho que sean de izquierdas.

Este es el saldo del sufrimiento de los pueblos español y particularmente el vasco a manos de los criminales de ETA-Político militar donde militó Arnaldo Otegi, portavoz de Batasuna hasta su ilegalización y encarcelado hasta en cinco ocasiones y condenado por pertenencia a banda armada. De ahí el vejamen. No existe definición más precisa de lo que el Gobierno Central está perpetrando contra la sociedad española al facilitarle los micrófonos de la TV pública para que diga sus barbaridades sin pedir perdón por el daño cometido. Este es el precio pagado a cambio de los 4 votos de Bildu para ser Presidente. Pedro Sánchez tendrá que responder ante la Historia por semejante ultraje al País y a las víctimas.

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