Opinión

La arruga no es bella

No Adolfo, no. No me refiero a la arruga del eslogan más famoso de tu vestimenta sino a la arruga de la piel corporal, la que se gana a pulso con los años y no nace de natural, como así la planta del lino que hizo de su tejido tu referencia. Parece ser que en los cuerpos de las personas ya no es bella, no está de moda la arruga de la sabiduría (lo dice el refrán: el diablo sabe más por viejo que por diablo), sino el lifting y las cremas estéticas, cuando no la cirugía, que alisan la expresión, a veces incluso hasta la mínima que dejan en algunos rostros que por ello producen más rechazo que admiración en el mirón. Por supuesto, no es cosa caprichosa sino cultura aprendida en los últimos tiempos donde la televisión ha reemplazado a la tipografía. Del sesudo análisis y la reflexión que siempre conlleva la lectura lenta de las letras hemos pasado al ritmo vertiginoso del mensaje corto donde la noticia no excede en tiempo más de lo justo y necesario a atrapar la atención del televidente, mensaje antecedente del tuitero actual que impera en las redes sociales de comunicación. Poco fondo y mucha superficie, menos alma y más cuerpo (viva el gimnasio y la peluquería), pero a quien le importe esta cuestión del discurso público en la era del show business le recomiendo la lectura de un librito de Neil Postman titulado ‘Divertirse hasta morir’ que le explicará muy bien todo el proceso del cambio hacia una era del entretenimiento.

En línea con el título y la reflexión anterior parece estar, pues, la realidad de los nuevos líderes políticos españoles que han aparecido en escena. Casi de repente y sobre todo por la izquierda, por lo que no sé a qué esperan, verdaderamente, los conservadores y liberales para sacar su cara bonita con verbo corifeo que pueda competir desde otro extremo ideológico del pensamiento político (demos por hecho lo de pensamiento y no entremos en otra discusión). Han surgido auspiciados por la televisión que los ilumina, con cierto perfil apolíneo siempre escorados hacia el mismo lado. Así podemos comprobar cómo al carismático ‘figura’ y circunspecto Pablo Iglesias se suma el nuevo as de la manga Izquierda Unida, Alberto Garzón, de solo veintitantos años y amigo del anterior, añadiéndose a ambos el candidato socialista mejor posicionado a presidir el partido socialista, Pedro Sánchez, escasamente cuarentón y dotado de buena pinta suficiente para que el propio rival de partido comprenda su peligro y trate de afearla con coloretes de un verde Bankia nada favorecedor. En cualquier caso, rasgos físicos agradables en los tres, e incluso atractivos para alguno, como denominador común de un punto dominador en nuestros días, imagen y demagogia, o visualcracia.

Pues bien, si ves las barbas de tu vecino mojar pon las tuyas a remojar, le dirán a Rajoy en calidad de presidente popular. Porque, ¡Houston, Génova, tenemos un problema! debería percibirse en la formación a la derecha de la trina competencia, porque rien de rien desde este punto de vista en el que el homo videns que diría Sartori cobra gran importancia en la actual cultura del divertimento y la imagen; nadie a la vista que pueda combatir en este campo (dejemos hoy a las mujeres en paz para no mezclar otros temas); quizás lo que más se acerca por este lado asoma su patita por Galicia, de estatura y sin calvicie pero no señalemos a Nadie porque Nadie es nadie. En cualquier caso, el estilo del jersey en pico adorno vespertino sobre los hombros, o la camisa de manga larga y cuello duro para ser rodeado por la corbata que no ponen y que desabotonan en un cuidado ‘descuidado’, o el pantalón vaquero de fin de semana con raya planchado que no se gastaría por uso en mil vidas, es vestimenta de una derecha que necesita de diseñador moderno que le haga un guiño a cierta rebeldía con la compostura más recia que no da más de sí. Va de retra, no de retro sino retrasada en el tema, pues hasta en la propia monarquía la arruga no es que sea o no bella sino ya no es.

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