Opinión

GRATITUD

De la gratitud se ha dicho que es la “memoria del corazón” y que, como apuntara Gladys Brownyn, “en silencio no sirve a nadie”. Quizá por eso, desde muy pequeños, nos han enseñado a ser agradecidos y a demostrarlo: a decir “gracias”, a no olvidar nunca los favores recibidos y a corresponderlos cuando la ocasión nos lo permite. A eso es a lo que, parafraseando a nuestros vecinos portugueses, queda uno “obrigado” cuando alguien le brinda un beneficio o una ayuda.

Si me ocupo hoy de la gratitud es por un doble motivo que he encontrado, como en tantas ocasiones, en los medios de comunicación: de una parte, un espacio publicitario en el que la caja de ahorros gallega, esa a la que algunos nos sentimos tan próximos, agradece la confianza y la lealtad de sus clientes con un “gracias” enorme; de otra parte, la noticia de que, al conmemorarse el décimo aniversario del 11-S, Nueva York no sólo honrará la memoria de las víctimas de los atentados del World Trade Center, sino que también homenajeará a quienes, en aquellas horas difíciles, ayudaron a sus convecinos a salvar sus vidas y a seguir adelante.

Estos dos hallazgos en la prensa invitan a reflexionar sobre el agradecimiento y sobre su importancia. El refranero castellano dice que “de bien nacidos es ser agradecidos” y, sin embargo, no pocas veces olvidamos demostrar nuestra gratitud con un gesto o con una simple palabra. Nuestro agradecimiento, lamentablemente, no dura lo que recomendara Virgilio: “mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe perdurar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido”.

Convendrán conmigo en que la memoria suele ser demasiado buena para lo malo y demasiado mala para lo bueno: a menudo recordamos con todo detalle los agravios sufridos y, sin embargo, olvidamos el bien que nos han hecho. Por eso mismo, no deja de ser noticioso, por inusual, que alguien -ya sea una entidad financiera, la ciudad que nunca duerme o el vecino del séptimo- reconozca un favor y lo agradezca.

Sin duda deberíamos ser más agradecidos. Entre otros motivos porque eso nos permitiría, y así lo acreditan numerosos estudios médicos, ser más felices. Y, ya de paso, hacer más felices a los demás. Esos que, de vez en cuando, nos dirán “gracias”.

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