No es intención de esta columna proceder con una explicación de la situación económica actual, donde el sistema financiero se ha erigido como uno de los principales protagonistas. Para ello, basta con acudir al blog del profesor Leopoldo Abadía quien, a través de su Crisis ninja consigue resumir de manera brillante los acontecimientos que han propiciado que estemos donde estemos. Sí quisiera hacer una reflexión sobre algo que ha supuesto algo más que un grano de arena en estas dunas movedizas. Se trata del comportamiento de las entidades financieras y, específicamente, su trato hacia el cliente. Llevamos muchos años donde la noticia, siempre celebrada como positiva, era el incremento del beneficio de estas instituciones. Cada año se superaban y se trataba, pues, de batir el récord del ejercicio anterior. Un banco no es una empresa cualquiera y, aunque no se le pide que sea ONG, tampoco deberían ser aceptables determinadas formas de proceder.
Me explico: buena parte de estos enormes beneficios se han obtenido mediante un empeoramiento de la calidad del servicio al cliente y, lo que es peor, mediante un injustificado incremento de los gastos y comisiones. Estos dos aspectos, lejos de disminuir, continúan creciendo y así cada vez más clientes tenemos una sensación de maltrato que va desde las grandes colas que hay que soportar hasta, en muchas ocasiones, una falta de profesionalidad alarmante. ¿Y qué decir de las comisiones? Sigo sin entender como se han hecho ya habituales conceptos tales como el mantenimiento de cuenta que suponen que nos cobren unos bonitos euros por algo que no le cuesta nada. Sin embargo, lo más indignante de todo es la comisión por las tarjetas de débito. Éstas permiten al banco ahorrarse costes al sustituir las personas por máquinas (cajeros), suponiendo ahorros evidentes y, por el contrario, lejos de vernos favorecidos lo tenemos que pagar. Sencillamente: ¡incomprensible! Dicho lo cual, no extraña que las instituciones financieras hayan sido uno de los principales responsables de haber llegado hasta aquí.
