Opinión

El deterioro de Albert

Los vaivenes políticos de Ciudadanos están consiguiendo deteriorar muy gravemente la imagen y credibilidad del partido de Albert Rivera. Acaban de levantar el veto a Vox en Madrid y Aguado se ha plegado a reunirse con Rocío Monasterio. Si se mira esto desde la perspectiva de la actitud de los naranjas en el tiempo de las elecciones andaluzas, los de Albert habrían experimentado una transformación que les habría convertido en un partido que ha ingresado ya en los territorios de la extrema derecha. Lo de estos chicos cuesta mucho trabajo creérselo, pero es así, nadie se lo inventa, y ni se amilanan ni se avergüenzan. Cualquier persona medianamente dotada se dará cuenta de que estos comportamientos no van a quedar impunes.

En los cuatro últimos años, Ciudadanos ha pasado por todos los meridianos políticos imaginables, sin olvidar el contenido de aquel pacto con Pedro Sánchez, que hacía pensar en un futuro Gobierno Pedro-Albert, como si se tratase de dos partidos muy próximos el uno al otro. Inexplicable el posterior alejamiento por parte de Albert, todo lo cual quedó pendiente de unas explicaciones que nunca llegaron. Cuando alguna vez se me ocurre releer el texto de aquel acuerdo de hace unos tres años, me quedo pasmado, y más al tener presentes las tremebundas descalificaciones perpetradas por Albert sobre Pedro. Es como si uno estuviera soñando y me imagino que a mucha gente le sucederá como a mí.

Tengo que aclarar, por si fuese necesario, que Rivera y alguna de su gente me caían bastante bien al principio, no sé muy bien por qué, y que nunca hice para que me cayeran mal. Sostenerme ahí me ha costado mucho trabajo, pero puedo decir que más o menos lo he conseguido. Tengo ese problema, pero no me preocupa, pues lo que procuro siempre es no rechazar a nadie y no empecinarme contra nadie, pues creo que nadie tiene derecho a hacer tal cosa. Así, pues, si a alguien le parece duro algo de lo que hoy escribo, que tenga en cuenta todo esto.

Manuel Valls advierte a Cs de su preocupación tras la reu

nión con Vox, y no le falta razón. Tampoco es fácil entender al ex primer ministro de Francia en esta historia de su transformación o trasvase francoespañol, aunque se puede conseguir con algún esfuerzo. Vamos a ver en qué termina esa rara relación del ex primer ministro y los futuros languidecientes, pero me asalta la impresión de que no puede terminar bien por todas las razones imaginables. Pero Valls tampoco me cae mal, y menos si un día consigo que me explique la historia íntima de ese trasvase político y de ese juego transpirenaico. Juego que, por lo demás, entiendo en el contexto de Europa como nación o nación de naciones...

Ya falta menos para que se despejen las incógnitas poselectorales. Quiera el Señor que de verdad vengan cuatro años de fructífera actividad y sin sobresaltos, contando por supuesto con unas vías de solución o al menos de "ten con ten" de la difícil historia del encaje de Cataluña en el Estado, en España, sin lo que no podría irnos nada bien. En serio se lo debería tomar la entera clase política, que a veces se conforma con pensar en las batuecas y además haciéndolo mal. Me da pena y coraje que, teniendo pendiente tan complicado tema, esa clase política se dedique a perder tiempo y bazas en sandeces sin cuento. Y que nadie se enfade, que no tenenos tiempo para tonterías.

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