Opinión

Inés, Pedro, Albert o tal vez Pablo, pero Casado

Inés Arrimadas y sus movimientos muestran a esta personaje como uno de los más activos de la política española del último tiempo. Deja la política catalana para encabezar la lista de Barcelona al Congreso de los Diputados y reforzar a Albert Rivera en su búsqueda de la hegemonía de la derecha en manos de Ciudadanos. Nadie sabe cómo resultará esta operación, pero sabemos que por el momento es una de las más audaces que se observan de cara a las elecciones generales. Arrimadas es una persona no muy inteligente, pero que sabe moverse bien en el bajo plano de la política. Lo ha demostrado con sus escarceos recientes y lo demuestra siempre con su verborrea.

Se dice insistentemente que Rivera la utiliza para que le ayude a lograr que Cs consiga la hegemonía dentro de ese complejo mundo de la derecha tripartita, en la que domina la incógnita sobre su inmediato futuro. Rivera pugna por conseguir sacar de Vox todas las ventajas y ninguno de sus inconvenientes: es un reto complicado y arriesgado, que ya le ha supuesto contradicciones y obstáculos muy difíciles de sortear. Lo más difícil es presumir a toda pastilla de dirigir un partido liberal, moderado y centrista dependiendo de otro ultramontano, ultraderechista y de arquitectura basada en condiciones muy cercanas al autoritarismo.

Esto lo saben perfectamente Pedro Sánchez y el partido que dirige, y que no olvida su aventura de hace casi tres años con Rivera y el Cs, cuando firmaron aquel pacto de no sé cuantísimos puntos que luego se fue al garete. Parece mentira, cuando vemos las fotos de aquello, que ahora Rivera trate a Sánchez y al PSOE como los trata. Da la impresión de que no sabe muy bien lo que hace y que necesita a Inés para que le abra caminos que él no sabe o no acierta a despejar. De verdad, de verdad, Rivera se rige por el sueño maravilloso de hacerse con la hegemonía de la derecha dentro del tripartito de complicadas convicciones y estructuras mentales y políticas en su interior.

Por ahí andaría el pensamiento de Inés cuando estos días aseguraba que su cruzada a raíz de la decisión de abandonar la política catalana y entrar en la nacional perseguía nada menos que "sacar a Sánchez y al separatismo de la Moncloa". No sé si se percata de lo tremendamente disparatado de esa frase, pero es que Inés no piensa dos veces lo que va a decir, ya que de lo contrario no lo diría. Pero no sé cómo decir que Arrimadas no me cae mal...

Hasta me ha hecho gracia su absurdo comportamiento de largarse quince minutos a Waterloo, estar unos momentos ante la puerta entreabierta de la casa de Puigdemont pero sin entrar y largarse de nuevo tras exhibir el cartelito de que "¡La República no existe, Puigdemont!". Una chiquillada entre simpática y descerebrada.

Tal cosa curiosamente coincidía con la visita de Pedro Sánchez a las tumbas de Azaña y Machado en el sur de Francia para lo de rendir un tributo a su recuerdo y pedir perdón a todo el exilio español por el prolongado olvido oficial de esas dos figuras señeras de la política y la inteligencia.

Veremos si la disputa final en las elecciones se produce entre Sánchez y Rivera y veremos quién saldría triunfante. De momento, las numerosas encuestas que se publican no arrojan mucha luz sobre el resultado final.

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