Opinión

La historia de un disparate

La presión europea contra la secesión de Cataluña se manifestó con toda claridad en el acto del Teatro Campoamor de Oviedo, sobre todo en los discursos de las tres máximas autoridades de la UE. Allí se dio un paso bien visible en la posibilidad de una vuelta atrás en la carrera de locos emprendida hace ya muchos meses. Digan lo que digan los líderes del secesionismo se tienen que haber planteado muy seriamente que su carrera tiene un destino en ninguna parte y que solo conseguiría la ruina y el resquebrajamiento para todos. Puigdemont y los suyos se olvidaron de pensar que un silencio de Europa sería un arma letal contra ella misma, pues todo el mundo sabe que ni por asomo van a arriesgar que el movimiento se extendiera, por ejemplo, a Baviera, Córcega, Padania, Flandes y un largo etcétera. Lo que tanto costó en la historia, nadie está dispuesto a permitir su destrucción. Ya sé que esto es muy duro para los independentistas, pero es justamente lo que hay. Lo que hace falta es que lo entendamos y lo admitamos todas las partes contendientes.

Pero ha faltado el surgir del elemento mediador, tan útil siempre, en los conflictos. Esa solución debería venir de Europa, la estructura llena de poder y posibilidades nacida hace más de medio siglo. También la Iglesia incluso el propio pontífice Francisco podrían intervenir. O las Naciones Unidas. La mediación podría venir también de instancias interiores españolas, como colegios de abogados, rectores de universidad, etcétera.

Una solución racional y civilizada es deseable y posible aunque el deterioro traspase las fronteras del 155, aunque se hayan cometido grandes disparates. La importancia de un cambio radical solo se mide por la devolución a España de su sentido de la historia.

Por muy legal que pueda ser, lo fatal e ineficaz sería consolidar una situación con la Generalitat y el Parlament gobernados desde el poder central. Si tiene que haber elecciones, es absurdo que sean convocadas y administradas desde Madrid. El trastocamiento de la lógica política ni puede ni debe traspasar ciertas barreras. Claro está que "los remedios" de algunos separatistas son inaceptables como la pretendida desobediencia civil masiva de la CUP contra el 155 por el estilo de una tentación de control estatal de la TV3 catalana, dicen sarcásticamente que para garantizar su respeto a la libertad de expresión y al pluralismo informativo.

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