Opinión

Un verano inolvidable

En pleno verano se agudizan los problemas políticos de este país y en primerísimo lugar los derivados del desenlace del Congreso del PP, con la victoria de Pablo Casado y la derrota de Soraya, contra el pronóstico que se anunciaba vencedor. Los problemas se agrandan con el agravamiento de la crisis catalana, tema que, por otro lado, añade calorías y enturbia para el Gobierno el desarrollo de sus intenciones anunciadas a lo largo de los casi dos meses desde la moción de censura que colocó al socialista Pedro Sánchez en el poder.

Pero puede decirse que en un orden de prioridades es el desenlace del Congreso extraordinario del PP el tema de mayor importancia y trascendencia en el crítico momento en que vivimos. En el frontispicio yo situaría el fracaso que para Mariano Rajoy supone el resultado del cónclave de su partido. Es obvio que Pablo Casado entraña un claro giro a la derecha de lo que era el PP. La sombra y la imagen de José María Aznar aparecen triunfantes, aunque aún sea pronto para valorar con rigor lo sucedido. Pero los primeros planes esbozados por Casado en lo social, en lo económico, en lo ideológico (marcha atrás en aborto, eutanasia, etc.) hablan bastante claro de la que se avecina.

El Gobierno socialista tendrá que afinar mucho su estrategia para seguir contando con el apoyo de los mismos partidos que hicieron posible que prosperase la moción de censura. Claro que en medio de todo tenemos la pelea entre PP y Cs, que es la cuestión más enfrentadora entre partidos, ya que la sola existencia de ambos es una fuente de problemas y de zarpazos entre los dos.

No hay que descartar, por supuesto, la posibilidad de que en los próximos meses las relaciones interpartidarias se compliquen más o mucho más y que empujen al Gobierno de Pedro Sánchez a la necesidad de adelantar la convocatoria de elecciones generales. Aunque esta perspectiva hay que valorarla con sumo cuidado y prudencia política. Es una cuestión que nadie está en disposición de dominar y que hay que tratar con sumo cuidado y extremando el manejo inteligente del tema para que no se nos escape de las manos.

Lo cierto es que tanto el Gobierno como los partidos de la oposición tienen la obligación política y moral de marginar un poco los intereses particulares en favor de los intereses generales de España. Es un tema de sentido común, que no es necesario revestir con el traje del patriotismo, sobre todo si se trata de un patriotismo mal entendido.

Digo lo anterior pensando sobre todo en la necesidad de evitar situaciones imposibles como consecuencia de empecinamientos o de maniobras sin medir previamente las consecuencias que seguro que se producirían ante cualquier comportamiento desleal, alocado o estúpido de cualquiera de los partidos del espectro nacional, y no solo de los cuatro grandes, claro está. Que todo el mundo tenga presente y en cuenta que nadie posee la varita mágica que permitiera fáciles y no traumáticas soluciones. Vamos a ver cómo transcurren estas próximas semanas veraniegas, antes de comenzar a impartir mensajes milagrosos para los españoles.

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