Opinión

Alto riesgo

Esta semana tendremos nuevo presidente de gobierno o descalabrado líder de la oposición. Pedro Sánchez ha puesto en marcha una operación de alto riesgo al margen de lo que decidiera la ejecutiva de su partido, un pecado –el de no consultar a la ejecutiva y al comité federal, e imponerles el fait accompli, el hecho consumado- , que puede tener graves consecuencias para su biografía si la moción de censura no se salda con éxito. Lo tiene difícil, porque solo conseguiría los 176 votos necesarios con el apoyo explícito del PNV, no le vale la abstención, más el apoyo  de todos aquellos partidos de los que abomina, o decía abominar:  solo le salen las cuentas si le votan los independentistas catalanes, Bildu y Podemos,  partido este último que no se encuentra precisamente entre aquellos por los que más simpatía siente Sánchez, aunque ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama. A Sánchez se le notan las prisas, como se le nota la incomodidad de no ser un auténtico líder de la oposición porque no tiene escaño en el Congreso. Hizo caso a Patxi López cuando, en plena convulsión por el noesno frente a quienes apoyaban la abstención a la investidura de Rajoy, le aconsejó que renunciara al escaño en lugar de ausentarse para no votar al candidato; que era lo que le aconsejaban quienes se preocupaban más por el  futuro de Sánchez que el exlehendakari.  

Su buena sintonía personal y política con Rajoy, que es o era real, más su convicción de que había que poner pie en pared contra los independentistas catalanes y activar el 155, se hicieron trizas cuando vio un hueco en el que colarse para intentar convertirse en presidente. Completamente cegado por la posibilidad de conquistar La Moncloa no quiso avenirse a ningún  tipo de razonamiento, de ahí que presentara la moción de censura a Rajoy antes de reunir a la ejecutiva y que no quisiera hablar previamente con ningún dirigente regional, no fuera que le insistieran excesivamente en que era una locura.

En principio, eso parece, una locura. Pero igual que la política hace extraños compañeros de cama, también  echa abajo operaciones que parecían absolutamente seguras, y la historia está llena de ellas. Sin embargo, aun en el caso de que ésta le saliera bien a Sánchez e hiciera una entrada triunfal en Moncloa ¿Cuánto duraría en la presidencia con el chantaje permanente de un conglomerado de partidos populistas e independentistas dispuestos a exigir cualquier cosa, cualquiera, para votar todas y cada una de las iniciativas del nuevo gobierno.

Se comprende la desazón generaliza que invade estos días a los españoles con sentido de la responsabilidad: con Sánchez, la inestabilidad está garantizada. Con Rajoy, el sobresalto continuo, porque las sentencias sonadas no han hecho más que empezar y la imagen del presidente está por los suelos. En cuanto a las alternativas, no son, ni de lejos, como para tirar cohetes. 

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