Opinión

Ay, las formas...

El debate sobre el estado de la Nación pasará a la historia como aquel en el que el líder de la oposición llamó al presidente sinvergüenza y mentiroso, y el presidente de gobierno le dijo al líder de la oposición que no daba la talla y su discurso era patético.
Nadie se aburrió ante el cruce de descalificaciones políticas y personales, pero si Rajoy daba prioridad a que se analizaran sus propuestas, y Pedro Sánchez en que se le considerase la persona adecuada para dirigir el PSOE en este año electoral, los dos pincharon en hueso. Se les recordará por sus diatribas. Y si hay que elegir un ganador a pesar de esas diatribas, lo más probable es que la mayoría de los consultados, si dejan de lado sus filias, fobias e ideología, dirán que Mariano Rajoy cumplió mejor su papel.

Se equivocó Sánchez en su planteamiento inicial, con un discurso muy cañero, lo que está bien, pero en el que desgranó datos que incluso el menos informado advertía que no se correspondían con la realidad, como por ejemplo las cifras de parados que adjudicó al gobierno de Rajoy o la congelación de las pensiones, por no mencionar otras menos conocidas. Le respondió Rajoy con una dureza inusitada, con ese tono condescendiente que utiliza el presidente cuando pretende ningunear al adversario, lo que dio paso a un Sánchez enrabietado y una contrarréplica de Rajoy aún más leñera en la que no obvió las dificultades que atraviesa Sánchez dentro de su partido, los casos de corrupción –solo a Sánchez se le ocurre mencionar los del PP cuando el PSOE guarda tantos cadáveres en el armario- o su obsesión por no perder espacio a su izquierda a favor de Podemos.

Se cumplieron las expectativas y el último debate de Rajoy sobre el estado de la Nación en esta legislatura y el primero de Pedro Sánchez fue a degüello. Quizá demasiado. El líder socialista se jugaba su futuro político, hay gente en el PSOE que le mira ya con ojos de recambio; Rajoy por su parte se jugaba la reelección, y era evidente el tinte electoral de su lista de medidas. Importantes, que sin duda aliviarán la vida a millones de españoles que tratan de superar una crisis de dureza muy por encima de las hasta ahora conocidas. Quizá por eso, porque eran importantes, Sánchez le acusó de mentir, o de haber prometido seis o siete veces las iniciativas que ayer presentó.

Rajoy hacía meses que anunciaba que en el último tramo de legislatura presentaría propuestas muy centradas en las clases medias y en los más desfavorecidos. La oposición, como si se hubieran puesto todos de acuerdo, le ha acusado de triunfalista y de oportunismo. En ese sentido se ha seguido el guión al pie de la letra. Pero lo que no se esperaba era la acidez del debate entre Rajoy Sánchez. Excesiva, y dañina, para los dos. Porque han dado cancha a quienes aprovechan la mala imagen de  los actuales dirigentes para tratar de hacerse un hueco rompiendo el bipartidismo.

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