Opinión

Los complejos

El miércoles, a media mañana, no era posible entrar en la página charliehebdo.fr. Sencillamente, no aparecía. En aquellos momentos, los cuerpos destrozados de parte de su redacción yacían sobre la mesa o el suelo de la sala donde celebraban su reunión habitual de los miércoles. El jueves, al entrar en la página, en un fondo negro se leían tres palabras “Je suis Charlie”. En la segunda, caracteres árabes decían lo mismo; en la tercera, en alemán; la cuarta, en castellano. Charlie nos sentimos todos. Pero en cuanto finalice la conmoción con la que ahora se vive el atentado del semanario satírico francés, volveremos a los complejos de siempre, los complejos que tan bien sirven a los intereses terroristas.

El miedo a que nos tachen de xenófobos o racistas nos impide criticar a musulmanes, negros o gitanos. No a los cristianos ni a sus símbolos, no a los judíos y sus símbolos. El miedo a ser políticamente incorrecto nos impide decir abiertamente que algunos de nuestros personajes públicos, y muchos de nosotros mismos, periodistas, demostramos una cobardía absoluta al criticar leyes que solo buscan nuestra seguridad. Que, por ejemplo, se haya puesto pie en pared para impedir que la policía o guardia civil puedan intervenir cuando tiene pruebas –no indicios- de que se va a cometer un delito de forma inminente, sin esperar a que llegue la autorización judicial que puede tardar horas, demuestra desconocimiento de cómo actúan los que se mueven al margen de la ley y, también, que en la obsesión por garantizar los derechos de los delincuentes olvidamos la obligación de garantizar los derechos de las víctimas.

Ha hecho falta que se produjera la brutalidad de Charlie Hebdo para que los parlamentarios que hace pocos meses se opusieron enérgicamente a que los que luchan contra el terrorismo tuvieran los datos sobre las personas que reservan billetes de avión en cualquier parte del mundo, callan ahora cuando varios gobiernos europeos han decidido activar ese procedimiento que permite controlar los movimientos de los terroristas fichados o de quienes son sospechosos de intentar sumarse al terrorismo. Cuando se opusieron demostraron su complejo a ser acusados de aprobar una iniciativa que cercenaba la libertad. La cercenaba, es cierto; pero más cercenan los que se aprovechan del complejo, porque cercenan vidas. Y si ganan la batalla, si ganan los yihadistas, ya podemos despedirnos de cualquier tipo de libertad.

El atentado de Paris ha provocado un clamor porque iba contra la libertad de expresión. Efectivamente tenía ese propósito, pero los yihadistas no solo matan periodistas y dibujantes. Han asesinado a médicos, cooperantes de organizaciones humanitarias, profesores, policías, estudiantes… por no hablar del genocidio sistemático al que se aplican en las ciudades que toman a sangre y fuego.

Ellos no tienen complejo de nada, les es igual que les llamen asesinos, dictadores, intolerantes o racistas. Simplemente, eliminan definitivamente a quien planta cara a sus ansias expansionistas.

Te puede interesar