Opinión

Los debates

La mayoría de los candidatos del PP se han negado a los debates parlamentarios según las fórmulas que les proponen. En unos casos, porque la ley exige que deben realizarse entre los que cuentan con representación parlamentaria, lo que no ocurre con Ciudadanos ni de Podemos; aunque podrán hacerlo en las próximas ocasiones si se confirman lo que dicen las encuestas, que quedarán muy bien colocados tras o al lado de Partido Popular y PSOE en los parlamentos autonómicos o en los concejos municipales.


Sin embargo, y no se le escapa a quien tenga dos dedos de frente y siga las peripecias de la política, la auténtica razón de que algunos candidatos del Partido Popular se resistan a debatir con cuatro o seis candidatos de otros partidos es simplemente que serán todos contra él. Todos. Lo que evidentemente favorece a los minoritarios y coloca en una situación de ahogo a quien representa al partido que preside Rajoy.


Mal que pese a la convivencia política, aquel famoso Pacto del Tinell, que avaló Zapatero,  fue ejemplo de sectarismo, discriminación y malas prácticas que aislaron al PP, desde luego, pero que no aportó nada positivo a la sociedad. La prueba fue que el apoyo de los minoritarios permitió a Zapatero aprobar iniciativas que dejaron a España convertida en un erial,  en un erial pobre y desatendido; y en el 2011, el PP logró la mayoría absoluta no solo porque Rajoy transmitía más confianza, sino porque aquel gobierno torpe y sobre todo excluyente de Zapatero animó a dar la posibilidad al partido excluido de que pusiera en marcha su programa por si tenía la varita mágica que nos sacara del infierno.

No la tenía, y no hay español que no se haya sentido crujido por las medidas económicas del PP, pero al menos hemos salido del hoyo en el que nos metió aquel Zapatero exultante por haber logrado el aislamiento del Partido Popular.
Se comprende que los candidatos del PP no quieran someterse a la ronda de ser mal tratados por todos sus interlocutores, y que propongan debates a dos con diferentes fuerzas políticas. Se niegan a ser el pim pam pum de una mesa en la que se produzcan un modelo tipo Tinell en menor escala.
Quizá los PSOE se sientan muy satisfechos de participar en ese tipo de maniobras de ataque conjunto a su principal rival, pero deberían dedicar un minuto de reflexión a las consecuencias de buscar el voto contra alguien en lugar del voto a favor. El partido se quedó bajo mínimos cuando eligió secretario general a Rodríguez Zapatero gracias al voto en contra del que parecía seguro ganador en su congreso, José Bono. Y España quedó como quedó, mal, cuando ganó Zapatero el gobierno con el voto contra Aznar.
Los debates de todos contra uno ni son debates ni son nada: solo una trampa  para candidatos ingenuos y un engaño para los votantes.

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