Opinión

Difícil equilibrio

 

Difícil encontrar el punto exacto en el que debe plantearse la política de un gobierno ante personajes como Donald Trump. Difícil encontrar el equilibrio entre la necesaria prudencia y lo que pide el cuerpo: denunciar que el presidente de Estados Unidos muestra escaso respeto por la legalidad y por los Derechos Humanos, toma decisiones que van contra las normas más elementales de la solidaridad y la convivencia, y da muestras de una soberbia infinita que antepone a cualquier otra circunstancia, incluida su responsabilidad como mandatario del país más poderoso del mundo, obligado a defender los intereses de ciudadanos y a mantener los acuerdos firmados.

Los países de la UE mantienen una línea común ante las cuestiones internacionales más delicadas, y sus gobernantes decidieron mantenerse prudentes ante un Trump que a la mayoría de ellos  provocaba profunda inquietud. Con razón. Las primeras  decisiones de Trump han sido de escándalo, pero todos callaron a la espera del Consejo Europeo de este próximo viernes. Hasta que el presidente de ese Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, dijo lo que pensaba, que Trump es una amenaza para una Europa que se encuentra en una situación de mayor inseguridad ante las políticas del nuevo mandatario americano.

Tusk ha abierto la espita, ha dado la patada en el avispero que esperaban los dirigentes europeos, que probablemente se han mordido la lengua esta semana última ante las decisiones de la Casa Blanca. También probablemente se encuentra Rajoy entre esos dirigentes, la prueba es que al silencio de estos días han sucedido unas declaraciones en las que expresaba su preocupación por  las iniciativas del presidente norteamericano. ¿Son suficientes esas palabras de preocupación? No, pero la propia dinámica de la UE obliga a esperar al Consejo de Malta de este viernes para debatir y acordar una posición común.

Rajoy por otra parte se encuentra en una posición más delicada que otros jefes de gobierno europeos. Los lazos de España con Latinoamérica son sólidos en todos los terrenos, sobre todo en el emocional, y de alguna manera España  tiene que ir más lejos que sus socios europeos en las palabras de  aliento y de solidaridad a los países hermanos ante la agresividad de las políticas de Trump. Sobre todo a México, al que ampliar la construcción del muro es humillante porque recuerda que Trump  les considera delincuentes, y además la ruptura del  acuerdo del Atlántico Norte es letal para su economía.

La oposición española exige a Rajoy más contundencia contra Trump, y se comprende. Se trata de un personaje que provoca animadversión  por múltiples razones, empezando por su propia forma de ser y su escala de valores. Pero un gobernante, como lo es Rajoy, no puede callar ante determinadas situaciones. Tiene que  encontrar la manera de cumplir con sus compromisos europeos pero, también, debe  ser firme en su crítica a un político que hiere permanentemente con sus políticas racistas, discriminatorias, sectarias, insolidarias y, en muchos casos, ilegales.
 

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