Opinión

El casting

Manuel Valls deshoja la margarita y en algún momento anunciará si acepta o no la propuesta de Albert Rivera de ser candidato a la alcaldía de Barcelona. 

Hay que reconocer  que el líder de Ciudadanos tiene visión para captar nombres de otros partidos,  la mayor parte de los candidatos  que presentó en elecciones anteriores procedían de UPyD,  de cara a las próximas convocatorias mira hacia los desencantados del PP y del PSOE, y ahora pica más alto y pretende hacer suyo nada menos que a un ex primer ministro de Francia que aspiró a la presidencia del país vecino. Un puntazo para Rivera.

 Valls es nacionalizado francés aunque  nacido en Barcelona y desde que abandonó a su pesar el primer plano de la política francesa se ha dedicado en cuerpo y alma a arremeter contra el independentismo en Cataluña,  lo que le ha convertido en un personaje muy bien visto por los catalanes que se sienten españoles y por los españoles no catalanes que sueñan con una Cataluña  que plante cara a los independentistas.  Rivera, desde luego, ha acertado si quería una figura con experiencia indiscutible y que defienda a ultranza la posición de Ciudadanos respecto a los secesionistas.

En la otra cara de la moneda hay que situar el hecho de que Valls no conoce la política de Barcelona, aunque eso se puede aprender a poco que el ex primer ministro de esfuerce y se residencie en Barcelona hasta las elecciones del 19. Pero entusiasmado por el hecho de que Valls ha aceptado pensarse la oferta, Rivera ha anunciado que tiene en cartera varias sorpresas más, lo que indica que veremos sus listas trufadas de personajes procedentes de distintos sectores sociales –ya fichó algunos en las anteriores generales-  y que además tratará de arrimar a sus siglas a otros procedentes de PP y PSOE decepcionados  con Rajoy y Sánchez. Que no dudarán ni un segundo en aceptar la oportunidad de acercarse a un partido en alza mientras el suyo, el de siempre, atraviesa momentos difíciles que no le garantizan seguir viviendo del erario público.  Una operación que será fructífera para Rivera,  que se mueve mejor que nadie en las aguas del oportunismo y podrá presentar un casting de figuras bien conocidas que atraerán a los votantes mitómanos,  pero que provocarán rechazo en  los que,  más que figuras atractivas,  buscan coherencia en los candidatos.

  Hace unos meses  Rivera ya sorprendió a propios y extraños abandonando el ideario socialdemócrata para abrazar el liberalismo, decisión que provocó no pocos reproches por la superficialidad con la que se había tomado una decisión que al menos debería ser debatida con cierta profundidad en el partido antes de tomarla.  No le importaba a Rivera, le convenía ese cambio. 

Ahora,  en la cresta de la ola pero con un partido menos implantado de lo que le  gustaría,  se va a dedicar al fichaje de figuras relevantes sin hacer demasiados ascos  a su procedencia ideológica.

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