Opinión

El encaje

Pedro Sánchez ha escrito un largo ar- tículo en el que una vez más propone una reforma constitucional que lleve a un Estado federal, de manera que se solucio- ne “el encaje” de Cataluña.

El secretario general del PSOE se expresa por escrito con tanta contundencia como en sus intervenciones públicas, es convincente, maneja bien los datos, recurre a ejemplos de la historia que podrían aplicarse a la situación y logra ser convincente. El problema es que no entra en algo que es clave antes de abordar nada menos que una reforma constitucional: dónde colocar los límites.

Pide consenso -que también pide Rajoy - como el que conformó la actual Constitución; pero olvida Sánchez que la España política actual no tiene nada que ver con la del 77, y que aquel parlamento hoy es impensable. En el Congreso de los Diputados de la legislaturaestaba lo mejor de cada casa, con hombres y mujeres que fueron ejemplo de responsabi- lidad al anteponer los intereses de España a loa de sus partidos. Ese fue el gran éxito de la Constitución.

El problema de Cataluña no se resuelve con una reforma constitucional que convierta España en un Estado federal. Un porcentaje de ciudadanos catalanes muy bien aleccionados por Esquerra, una parte de Convergencia y algunos de los partidos que han surgido a costa del rebullir de los últimos años, no quieren federalismo, sino independencia. Y en cualquier caso no quieren ser como el resto de las autonomías españolas ni quieren que la soberanía esté en manos del pueblo español, de todo el pueblo español, como ocurre en las federaciones.

Pero además de que el independentismo no cabe en un Estado federal, redactar una nueva Constitución, con el auge de partidos antisistema que se apuntan a la bravata y a la política de slogans y titulares, puede provocar que insistan en una reforma que tenga poco que ver con una España europea que defiende con uñas y dientes las libertades y el Estado de Derecho.

Es necesario reformar la Constitución. Pero mientras sea posible, mientras PP y PSOE sigan siendo mayoritarios, deberían hacer el esfuerzo de ponerse de acuerdo, junto a otros partidos menores pero igualmente democrá- ticos, para que esa reforma se hiciera de manera que no se entrara en ella a saco, sino que se hicieran los cambios indispensables para adaptar la España del 78 a la actual, que falta hace. Abrir de lleno el melón constitucional en el escenario en el que hoy nos movemos, es un riesgo que más vale evitar. Un peligro. Y no solo porque se ponga en cuestión la forma de Estado, que también.

Pedro Sánchez quiere reformar la Constitución para que de la reforma salga una España mejor. La formación que le pisa los talones quiere reformarla para convertirla en un país con terreno abonado para los populismos, la demagogia y los modos dictatoriales.

No es eso lo que necesitamos. Todo lo con- trario. 

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