Opinión

Escenario gris tirando a negro

Economía, covid y deterioro institucional, tanto montan montan tanto cada uno de los tres problemas más acuciantes con los que se enfrenta España en este inicio de curso. 

Tres graves problemas estrechamente relacionados entre sí y que parten sobre todo de una pandemia que asola al mundo, aunque unos países han acertado más que otros en su gestión, y tomaron precauciones ante las primeras señales de alarma. Las 77 mil empresas y negocios que han cerrado sus puertas en los últimos meses son consecuencia del covid, lo que ha disparado las cifras de desempleo hasta cerca de los 4 millones; este mes de septiembre hay medio millón menos de altas en la seguridad social que en el septiembre anterior, el covid es el causante de las infinitas dificultades para que  se abran las aulas en los colegios y universidades, a la habitual brecha social se ha añadido ahora la que divide a las familias españolas en función de que cuenten con los medios para que los hijos dispongan del material de trabajo necesario para seguir los cursos on line, y a todo ello se suma una clase política que depende de actitudes cambiantes del gobierno,  con iniciativas de claro tinte oportunista porque  la estabilidad del gobierno peligra, y por tanto su supervivencia, si no se aprueban los Presupuestos Generales del Estado. Lo que pone en riesgo la llegada de 140 mil millones de euros europeos,  condicionados a controles muy estrictos y a políticas que echan abajo promesas electorales de los partidos de la coalición.

A ello se suma una crisis institucional que afecta fundamentalmente a la Corona, con un Rey Juan Carlos muy cuestionado por actuaciones que podrían ser delictivas, independientemente de que han dañado seriamente su imagen personal, y que ha provocado que le obligaran a salir de España, aunque él considera que se trata de una ausencia con retorno.  Además, sufre España la falta de acuerdo entre gobierno y PP para  renovar importantes instituciones del Estado  con el consenso que se ha dado hasta ahora; por otra parte  se ha producido la toma de  algunas de esas instituciones por la ley del ordena y mando,  colocando en sus equipos de dirección a personalidades de conocida trayectoria afín a los  partidos que  colaboan con el gobierno.

En ese panorama tan inquietante,  una cifra representa más que cualquier otra la gravedad de la crisis: los 50 mil muertos por corona virus.  Cifra imposible de concretar porque entre las  carencias de este gobierno se encuentra su incomprensible incapacidad para concretar el número exacto de personas fallecidas por el covid y también la incapacidad para ofrecer unas cifras correctas sobre los afectados en esta segunda ola de corona virus:  son infinitos los testimonios de médicos y enfermeras que confiesan que se incorporan a la lista de afectados por corona virus a cuanta persona acude a un centro sanitario para ser atendido de una dolencia, o de un accidente,  y al hacerle la obligada prueba de corona virus se le considera de inmediato víctima de la pandemia si da positivo, aunque la dolencia no tenga relación con el covid.

Pedro Sánchez ha iniciado el curso con una ronda de contactos con los partidos políticos en los que como ha ocurrido desde que accedió al gobierno ha dado nuevas muestras del escaso valor de su palabra. O de sus compromisos.  Con el agravante de que ni siquiera sus cambios de criterio se justificaban con la necesidad de sumar apoyos para aprobar los PGE, ya que el respaldo de Ciudadanos garantizaba que superaría el trámite parlamentario.  

Arrimadas, que ha hecho una apuesta muy arriesgada apoyar a Sánchez  para sacar adelante unos Presupuestos que son fundamentales para salir del hoyo actual,  y también para  impedir que Sánchez busque votos en las filas independentistas o de Bildu, apenas disfrutó unas horas de su decisión: la mañana del jueves, contra todo pronóstico,  se anunciaba que en el encuentro del presidente con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, se había acordado convocar la Mesa de Diálogo catalana que estaba aparcada precisamente porque al gobierno no le interesaba abrir esa caja de truenos.  La imagen de Cs ha sufrido un varapalo por su aparente ingenuidad.

Tampoco estuvo muy fino el presidente con Pablo Casado. El encuentro entre los dos no fue tenso porque los dos políticos conocían perfectamente  sus respectivas posiciones, se trataron con respeto y hablaron largo y tendido sobre los problemas de actualidad.  Sin embargo, la ministra portavoz salió como un tanque arremetiendo contra el líder de la oposición, al que acusó de no ser un "hombre de Estado" y que la reunión había sido "decepcionante". Casado ha cometido importantes desaciertos desde que accedió a la presidencia del PP,  aunque en las últimas semanas intenta corregirlos con importantes cambios en su equipo  y disminuyendo la visceralidad en su relación con el gobierno, hasta el punto de que ha ofrecido a Sánchez la creación de una comisión de Reconstrucción para cuya presidencia  propone nombres  de reconocido prestigio y no vinculados al PP, como Pedro Solbes o el ex gobernador del Banco de España Jaime Caruana. 

Nuevas figuras

Casado tendrá que esforzarse mucho más como estratega político si aspira ser un día presidente de gobierno. Los españoles, lo han demostrado en las últimas elecciones,  votan gestión y estabilidad. Ahí están como ejemplo Feijóo y Urkullu, que han triunfado en las urnas y han dejado en situación irrecuperable a Podemos,  desaparecido en combate. 

A pesar de su manifiesto declive  el único político que parece no sentir preocupación es Pablo Iglesias, que ha iniciado curso con cambio de imagen. Ha cambiado la coleta por un moño alto y luce  aros en sus orejas. Tanto él como su mujer se abrieron paso entre los asistentes al encuentro de Sánchez con dirigentes del Ibex para acercarse a saludar a Ana Botín, contra la que lanzaron tanto veneno cuando necesitaban hacerlo para captar votos creando un partido que se presentaba contra la casta y contra el Ibex. La tranquilidad de Iglesias se ha hecho más evidente desde que asumió que le gusta pertenecer a la casta y que no le importa dejar de lado la mayoría de sus banderas, porque en ningún sitio se está mejor que en el gobierno, y  Sánchez le mantendrá  siempre que no se empeñe Iglesias en buscarle las vueltas a los Presupuestos.  No se las busca,  acepta los argumentos de Pedro  Sánchez  -que suele poner a la UE como excusa- y todos contentos. 

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