Opinión

La felicidad

Manuela Carmena le ha contado a Maruja Torres que no es feliz, y que si pudiera dar marcha atrás y Pablo Iglesias le pidiera que fuera candidata a la alcaldía madrileña, le diría que no. Curioso. Recién elegida gracias al pacto del PSOE con Podemos, Carmena aparecía exultante cada vez que se mostraba en público, explicaba las excelencias del cargo, solo tenía palabras críticas hacia la magnificencia del edificio que albergaba el ayuntamiento –aunque no ha dudado en hacer nuevo gasto remodelando lo que creía remodelable- e incluso parecía satisfecha por las críticas recibidas cuando fue vestida como fue vestida a su primera audiencia con el rey.

Menos encantada en cambio se la vio cuando las feministas la llamaron de todo, menos bonita, al hacer unas propuestas que demostraban que no se había acostumbrado a que los hombres deben compartir las tareas domésticas y que las mujeres buscan algo más que una peluquería o un buen supermercado.

Carmena confiesa que no es feliz, pero no se pregunta si los madrileños son más felices desde que ella manda en el Ayuntamiento. Y va a ser que no, a pesar de que la mayoría de los madrileños tampoco estaban contentos con su antecesora, Ana Botella. No son felices porque, en contra de lo que decían, Carmena y Podemos no eran lo que aparentaban y, como algunos de la “casta”, se han llevado a familiares y amigos a mandar en el ayuntamiento aunque no tenían ni idea de gestión ni de nada. Y se nota, vaya si se nota. No son felices porque no ha solucionado hasta ahora ni uno solo de los problemas más urgentes, la suciedad asquea a los madrileños, el transporte público que siempre había sido ejemplar ya no lo es tanto porque ha cortado el grifo y metro y autobuses han ampliado sus frecuencias.

De las medidas anticontaminación mejor ni hablar, el ridículo ha sido histórico además de ineficaz; las críticas no se toleran, los barrios más desfavorecidos se quejan de que están aún peor que hace un año a pesar de que celebraron por todo lo alto la llegada de Carmena y de Podemos, y los comerciantes están en un "ay" porque el equipo de Carmena no quiere saber nada de iluminaciones navideñas y eso significa que descienden las ventas. Se han movilizado tanto que a lo mejor consiguen que algo se haga, pero tarde y a muy bajo nivel. Se han paralizado algunas de las operaciones urbanísticas que daban esperanza a los parados del sector de la construcción y, por si fuera poco, las propuestas culturales no son ni de lejos las apropiadas para una capital europea.

Se comprende que con este panorama Carmena no sea feliz, pero si hubiera hecho lo que debía hacer en lugar de dejarse llevar por la demagogia, seguro que habrían sido más felices los madrileños. Y ella también.
 

Te puede interesar