Opinión

El independentismo mantiene sus exigencias

Protocolo de jefe de gobierno extranjero para Torra. Todo un detalle. Sonrisas, aparente satisfacción por las dos partes… y ni un milímetro de cesión por parte de los independentistas. Torra insistió en que Cataluña sufría un “conflicto político” -terminología que  ya aceptó Sánchez  hace unas semanas- y, en catalán reiteró sus exigencias, autodeterminación, amnistía y derecho de los catalanes a pronunciarse, un referéndum. Y, por supuesto, referencias a los presos como personas que tendrían que estar en la mesa negociadora. Comunicado conjunto, reuniones mensuales a partir de ahora… y reiteración en ambas partes en que a través de la mesa se puede resolver el “conflicto”. 

Buenas palabras y buenas intenciones, ningún miembro de la mesa mencionó que el encuentro era forzado, exigido, condicionado por el apoyo a la investidura de Sánchez, lo que puede ser considerado, con razón, como un chantaje. A Sánchez no se le va de la boca la palabra diálogo y su empeño en solucionar el problema del independentismo a base de diálogo, pero cualquier observador encuentra los fallos a ese diálogo.

En la mesa catalana faltaban la representación de más de 4 millones de catalanes que no son independentistas,  con un batiburrillo de representantes de dos partidos condenados a desentenderse, ERC y JxC, que aspiran  a la desaparición del otro. En la parte contraria, miembros del gobierno que discrepan respecto a la autodeterminación y la convocatoria de un referendum, que defienden Iglesias -hoy ausente por faringitis-, Castells y Asens, mientras que la mayoría de los socialistas, con tibieza algunos de ellos, defienden la ley. 

Por si no fuera suficiente obstáculo para llegar a acuerdos, ya que  referéndum, amnistía a los presos y autodeterminación no puede aceptarlo el gobierno porque se situaría  al margen  de la ley y la Constitución, los independentistas  también quieren un relator internacional, que Sánchez ha negado aunque la palabra del presidente suele tener fecha de caducidad,  se ha desdicho cuando le ha convenido y si hay que abrazar lo que rechazaba lo hace. Ha dado ejemplos sobrados de ello.

Sánchez está atrapado, obligado a crear la mesa porque no puede incumplir la palabra que dio a ERC a cambio de la investidura, y porque además, de hacerlo, se quedaría  sin presupuestos y con el gobierno en dificultades.  Lo que quiere es ganar tiempo, pero este mismo jueves debe aprobar la senda de déficit y el techo de gasto, indispensable para aprobar  los presupuestos. Está atrapado pero se revuelve. No contra los independentistas, ni contra las personas de su partido que no están de acuerdo con esa mesa que consideran ignominiosa: se revuelve contra el PP y contra Rajoy, al que acusa de que  “no ha hecho nada” para contener y apaciguar a los independentistas.  

Las acusaciones de Sánchez ya no cuelan: él solo se ha metido en este lío de imprevisibles consecuencias. De momento, los independentistas no han renunciado a ninguna de sus exigencias.

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