Opinión

Isabel Ayuso

La arremetida contra Isabel Ayuso es tan salvaje que inevitablemente se cae en la tentación de sentir simpatía hacia una presidenta que no lo hace peor que otros presidentes regionales que sin embargo toman decisiones cuestionables sin que nadie levante la voz contra ellos. 

Las campañas orquestadas con frecuencia tienen efecto boomerang, y es probable que estemos en una de esas situaciones porque, mal que le pese al PSOE y a Ignacio Aguado, Ayuso no se encuentra noqueada. Ha cometido fallos, pero cuando las descalificaciones son tan brutales y en ellas se mezcla desde la crítica a su forma de vestir o peinar, a poner el acento en que su pareja es peluquero, indagar en quién paga el hotel en el que se ha alojado durante el corona virus cuando el propio propietario ha asegurado que no ha sido el gobierno regional; y frente a esas acusaciones no se hace ninguna consideración respecto al cierre de calles en la urbanización de Galapagar para trastorno de sus vecinos, ni sobre los parlamentarios que siguen cobrando dietas de traslado cuando no han salido de casa por el confinamiento, y tenemos un presidente que utiliza aviones oficiales para sus asuntos privados o para actos de partido, lo que ocurre con Isabel Ayuso tiene entonces toda la pinta de formar parte de una estrategia de demolición.

Ha cometido errores de gestión e incluso personales -ay, la foto de Purísima-, pero no menos que los de otros políticos. No digamos el Gobierno, con anuncios que apenas duraban unas horas, propuestas de imposible cumplimiento, cifras mendaces y una falta de sensibilidad del presidente ante la tragedia que, solo por eso, merecía ser desalojado del cargo.

A Isabel Ayuso no se le perdona la falta de experiencia previa, aunque si se compara con la de algunos miembros del Gobierno podía dar lecciones sobre gestión; al menos fue viceconsejera de gobierno regional cuando hay ministros y secretarios de Estado que jamás habían tenido un solo subordinado ni llevado un pequeño negocio antes de dirigir un ministerio. 

No se le perdona tampoco a Ayuso su empeño en tomar decisiones que contradecían las de Moncloa -cierre adelantado de guarderías y colegios, por ejemplo- que haya plantado cara a su vicepresidente Ignacio Aguado, al que espolea el PSOE para que desestabilice a la presidenta, y que haya denunciado que el Gobierno torpedeaba sus compras directas de material sanitario cuando no le llegaba el que supuestamente debía facilitarle el ministerio de Sanidad. 

Ahora está en circulación un vídeo demoledor, en el que un médico madrileño reconoce que hay que seleccionar a los pacientes UCI en función de sus perspectivas vitales. Terrible vídeo que demuestra la crudeza de la situación que hemos vivido. Sin embargo, no solo en Madrid se ha producido esa selección, ni tampoco la gestión sanitaria de la crisis la han llevado solo los gobiernos regionales. Pero… los ojos críticos, intencionados, se han centrado en Isabel Ayuso. 

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